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Channel: Tres pompones
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Carta a los Reyes

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Hemos disfrutado de unos cuantos años estupendos. Maravillosos. Llenos de incertidumbre, de "ahs" y de "ohs" y de ilusión desbocada. Pero llega un día en el que los pompones, o al menos uno de ellos, se acerca al instituto, a la pubertad, a la adolescencia, a la rebeldía. Y empieza a mirar con un poco de escepticismo las tradiciones y a intentar demostrar que es más listo que nadie y que puede detectar cualquier fallo en el plan maestro de los Reyes Magos.

No estamos exactamente en ese momento todavía, pero empezamos a acercarnos peligrosamente. Así que últimamente tenemos alguna pelotera más y muchas más discusiones sobre lo que es matemáticamente posible y lo que no. Pero lo llevamos bastante bien.

¿Por qué lo llevamos bien? Porque en casa, para nosotros, la existencia de los Reyes Magos es una evidencia irrefutable, una verdad absoluta que resiste cualquier interpelación y cualquier duda existencial. Y eso va a seguir siendo toda la vida, por mucho que algún pompón decida tener sus reservas.

Por eso todos los años vemos Polar Exprés (aunque el pompón friki también ha empezado a quejarse de la peli, supongo que porque le plantea dudas incómodas) y nos empapamos de un concepto básico: la magia existe, solo hay que creer en ella.

Es difícil cuando los niños se van haciendo mayores y necesitan tener un dominio claro de todo lo que ocurre a su alrededor, pero no deja de ser un concepto valioso para su vida: la magia existe y nos espera en cualquier rincón del cerebro y del corazón.

A lo mejor dentro de unos años pensarán que sus padres son unos cutres y, como me dijo el pompón peque un día, quizás nos quieran un poco menos durante la adolescencia. Pero sé que al final superarán todas esas dudas y volverán a creer (si es que dejan de hacerlo). Porque no hay nada más bonito que creer en la magia y saber que Bastian Baltasar Bux existe y nos lleva de la mano a Fantasía, o que Hobbes es un tigre de verdad aunque nadie se dé cuenta. La magia hace de la vida un lugar mucho más divertido, como le intentaba contar un padre a su hijo en Big Fish. Un hijo que al final abrió los ojos y creyó. Como harán los míos, sin duda alguna.

Y por eso para mí es tan importante que todos los años nos sentemos a escribirles una carta a sus Majestades. Porque ellos siempre, siempre, nos dejan una carta a nosotros contándonos lo que más les ha gustado de nuestro año.


Como casi todos los años, la carta la hemos hecho nosotros, con libertad total de materiales. Les expliqué a los pompones que podían hacer un borde que fuese un poco diferente y luego les di acuarelas, pegatinas y materiales de lo más diversos para que ellos mismos decidieran lo que querían hacer. Por ejemplo, el pompón peque se nos reveló como un adicto a la purpurina (that's my boy!)

Cada uno con su estilo fue creando su propia carta, mezclando estilos, añadiendo piezas. La "E" tan grande que veis es de "Estimats" o "Queridos", que cada pompón hizo como mejor le pareció.


Ahora solo queda enviarlas y esperar que llegue el día 6, a ver qué pasa. Oír el ruido de los pasos pequeños que corren por el pasillo después de una noche de sueño irregular y nervioso. El mar de papeles tirados por todas partes, los ojos brillantes, las sonrisas incrédulas. Los "mira, mamá" gritados con emoción. Para que luego alguien diga que la magia no existe.

Casitas de galleta

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Yo creo que en otra vida fui escandinava. Y japonesa. Debí de tener un padre de cada. Porque el día que al llegar a mi casa olí las galletas de jengibre de mis vecinos daneses, se me abrió el cielo.

Kaja y Linnea me invitaron a entrar, me dejaron probar las galletas, me enseñaron a hacer corazones de papel trenzado para colgar en el árbol y me cambiaron la vida para siempre. Y no, no únicamente en el sentido gastronómico.

Pero lo cierto es que cuando se acercan estas fechas, el cuerpo me pide galletas de jengibre, olor a especias y a manzanas y hasta casi vino caliente. Y sueño con unirme a la Pat en un mercadillo navideño y comprar adornos de madera, cascanueces con cara de malas pulgas y coronas verdes con velas.

Porque como me contaba Kaja la última vez que estuvimos en Copenhague, la Navidad para ellos es una fiesta especial, la fiesta de la luz, un momento de alegría en mitad de un invierno duro, frío y oscuro, que nadie entiende como los escandinavos. Me decía que eso une incluso más que el idioma, y que los latinos, con nuestras temperaturas cálidas y nuestra vida en la calle, no lo podemos entender.

Pero yo creo que sí que lo pillo, porque tengo ese gen raruno dando vueltas y a lo mejor puede que por simpatía también. O quizás únicamente porque las galletas de jengibre me chiflan. Sea por lo que sea, hay pequeñas tradiciones que vamos haciendo nuestras, como las casitas que hace tres o cuatro años que montamos con una paciencia infinita y muy poco criterio estético.

Este año nos hemos graduado y somos PRO. De verdad de la buena. Hemos montado las casas sin fallos ni problemas y hemos conseguido mantener las chuches en su sitio con la glasa real. Puede que no parezca un gran logro, pero teniendo en cuenta los resultados de años anteriores, yo creo que estamos cada vez más cerca de la casita ideal.

¿Dónde comprar vuestra casita? Por el momento yo las he encontrado en Tiger y en IKEA, dos cadenas escandinavas que quieren dominar el mundo con sus tradiciones... La de IKEA es la que habíamos usado todos los años y la de Tiger es una novedad. Personalmente, creo que la de Tiger es más rica y que la de IKEA se monta mejor.

¿Cómo se monta? Pues con caramelo, que también os servirá como cola si hay alguna pieza rota.

Para hacer el caramelo, poned una taza de azúcar en una cacerola antiadherente y dejad que caramelice. Removed cuando aparezca el caramelo hasta que no quede ningún grumo.

Si no queréis remover, añadid media taza de agua al azúcar, intentando que este quede concentrado en el centro de la cacerola y no lo toquéis hasta que empiece a caramelizar.

Una vez tengáis el caramelo listo, pasad la cacerola al fogón más pequeño que tengáis, a la mínima temperatura posible. Así el caramelo no se endurecerá hasta que acabéis de usarlo. Eso sí, ojo, porque el caramelo seguirá cociéndose e irá oscureciéndose.

Con el caramelo hecho y una cucharilla, primero, pegad cualquier pieza que se haya roto. Yo las uno y pongo el caramelo por la parte de atrás de la galleta. Luego solo tenéis que montar la casa:

Ponéis caramelo a lado y lado de las piezas cortas y engancháis las largas con cuidado. El caramelo se endurece en seguida, así que no hay que apretar demasiado. Una vez tenéis la estructura hecha, hay que añadir el tejado. Aplicad una buena capa en los lados cortos de ambas aguas del tejado y fijadlas al armazón de la casa. Repetid la operación para montar la chimenea ¡y ya lo tenéis!


Ahora solo hace falta preparar una glasa dura con una clara de huevo, 300 gramos de azúcar glas y un chorrito de limón. Batid un poco la clara con un chorrito de zumo de limón y cuando empiece a aparecer un poco de espuma, añadid el azúcar glas poco a poco. En un minuto ya estará y tendréis el mejor cemento para vuestros ladrillos de caramelo.



Soltad a las fieras, dejad unos cuantos boles llenos de chuches sobre la mesa y relajaos, porque la cosa ya no va con vosotros. Preparad una cena muy ligera (un vaso de leche con cacao, una sopita o directamente nada) y disfrutad viendo como los pompones se lucen.


Cuando lleven un buen rato, dejad que se coman su obra de arte. Tened un Almax a mano para toooodo lo que vais a picar los mayores mientras observáis. Y sobre todo, no le digáis nada a mi dietista...

Hasta siempre, Madiba

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Hace un par de años tuve el enorme placer de subtitular un documental muy especial para el festival de cine deportivo de Barcelona. Era un documental que repasaba la historia que cuenta la película Invictus, el mundial de rugby de Sudáfrica, que se inició con un país fragmentado y acabó con un abrazo nacional entre gente de procedencias muy diversas. Un documental que terminé de subtitular llorando a moco tendido, porque es imposible no emocionarse con los gestos generosos y sinceros de las personas que en ese momento tuvieron tanta responsabilidad y estuvieron a la altura de ella.

Es fácil odiar. Es fácil estar resentido y sentir rabia por las injusticias que hemos vivido, grandes o pequeñas. Todos tenemos nuestra historia particular llena de malos momentos, dolores y agravios. Y nos cuesta dejar atrás todo eso. Lo más fácil es tenerlo todo escondido y latente, pero que vuelva a salir en algún momento.

Lo difícil es ser capaz de tender la mano a la persona que nos ha tratado mal, entender lo que siente y respetarlo. Por eso no me explico, como supongo que no se explicaron en su momento los jugadores de rugby de la selección sudafricana, como un hombre que ha pasado 27 años en cinco metros cuadrados, recibiendo apenas una visita cada varios meses, después de haber vivido asesinatos y vejaciones en carne propia, puede salir y decidir que lo deja todo atrás y que va a hacer lo posible por conseguir que su país viva en paz.


Ayer moría Nelson Mandela y nos dejaba en la memoria miles de frases hermosas, una lucha justa y decidida y el cambio drástico del país que él amaba. Moría Mandela, la persona, un anciano que ha vivido una vida larga y espero que plena, pero se quedaba con nosotros Mandela, el símbolo, el ejemplo a seguir, el político en el que todos creemos, porque es íntegro y antepone el bien común al suyo propio. Seguimos teniendo esa imagen del hombre que puede con todo, que puede meterse en el bolsillo a todo un país, sin importar su color o su tendencia, que puede hablar con la cabeza alta, porque todos creemos en él.

He leído hoy el periódico con una mezcla de tristeza y emoción, con un nudo en la garganta. Decía Mandela que la persona que ha hecho todo lo que ha podido por su país, puede descansar en paz. Y creo que hay poca gente en el mundo que merezca tanta paz como él.


Gracias, Madiba, por lo que hiciste en Sudáfrica y por lo que hiciste en el mundo, por los valores que nos has transmitido a todos, por el mundo mejor que nos dejas.

Cine en casa

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No tengo muy claro cuándo ni dónde me nació la pasión por el cine. Supongo que fue gracias a las películas familiares de los 80, que han marcado a toda mi generación. Vamos, que si has visto Los Goonies, Los Gremlins, Los Cazafantasmas y La princesa prometida, no puedes hacer otra cosa que adorar el cine. (Si no has visto alguna de ellas, ¡mal! Corre a pillarlas al videoclub. Y sí, mi videoclub tiene todas estas pelis disponibles.)

Sea como sea, a mí me encanta el cine. El sesudo, el de pensar mucho, pero también el de palomitas, risas y frases célebres. El cine que está bien hecho es bueno, lo demás da igual.

Cuando nacieron los pompones tuvimos claro que tenían que ser cinéfilos. El pompón friki vio su primera peli a los dos años y la experiencia le gustó tanto que repetimos muy a menudo. El pompón peque tardó un poco más, pero acabó rendido a los encantos de la gran pantalla. Con la pompona fue otra historia, pero desde hace un año más o menos, por fin ha empezado a pillarle el gusto.

Cuando se nos ocurrió la idea del cine club del viernes, rápidamente se convirtió en la cita más esperada de la semana. Para el pompón friki es un momento mágico que no se puede aplazar bajo ningún concepto. Y para sus padres... pues tampoco. Recuperar pelis que te gustan con tus pompones y compartirlas con ellos es un lujazo y un placer. Ver cómo se quedan alucinados con La historia interminable o como se mueren de risa con Men in Black pone la piel de gallina.

Por eso en nuestro calendario de adviento nunca jamás falta una noche de cine navideño con chocolate caliente, bizcochos y palomitas. Y siempre, siempre, es un exitazo.

Hoy os vamos a recomendar algunas pelis para vuestro cine club navideño, las que más nos gustan, las que repetimos, las que nos hacen reír y emocionarnos. Ahí van primero las recomendadas para los pompones:


1. Polar Express. Es la película que más nos gusta al pomelo y a mí. Es realmente mágica y confieso que me emociono y se me saltan las lágrimas cada vez que la veo. La historia del niño que no cree en Papá Noel y se sube al Polar Express para ver si existe de verdad nos tiene robadísimo el corazón.


2. El cuento de Navidad de los Teleñecos. Esta me encanta a mí. Soy MUY fan de los Teleñecos desde siempre, y la versión del clásico Cuento de Navidad con la rana Gustavo, Peggy, Gonzo y todos los demás personajes míticos de la serie vale muchísimo la pena.


3. Solo en casa. Vale, la temática no es estrictamente navideña, pero el chaval se queda solo en casa durante las vacaciones de Navidad, así que la meto aquí iguamente. Los pompones se mueren de la risa cada vez que la ven, les chifla.


4. Arthur Christmas. La vimos el año pasado en el cine y nos encantó, así que este año la hemos recuperado en DVD. Mola porque contesta muchísimas de las preguntas que se hacen los niños sobre Papá Noel y se ocupa con mucha gracia de las diferencias culturales a la hora de celebrar la Navidad.


Y aquí tenéis otras más adultas, para pompones más adolescentes o para disfrutar vosotros solos!


1. Los fantasmas atacan al jefe. No me digáis que esta peli no es genial. Una divertidísima versión del Cuento de Navidad con Bill Murray (cualquier película en la que salga Bill Murray es una obra maestra desde el minuto 0) que es un Scrooge graciosísimo. Para recuperarla todas las Navidades de vuestra vida.


2. Qué bello es vivir. Que sí, que es cursi y está muy sobada, pero en estos días en los que uno se pone un poco moñas (citando a Cannnela) apetece un montón ver una peli de estas características y echarse a llorar con ese espectacular final.


 3. Rare Exports. Para divertirse un pelín con una historia navideña muy diferente. Vale la pena echarle un vistazo porque la premisa es muy original. Pero no os cuento nada, que lo mejor es verla sin mucha idea del argumento.


4. El día de la bestia. :^) Una película súper navideña. Me acuerdo que cuando se estrenó lo dijo Santiago Segura: "Es una película muy navideña, lo malo es que por casualidad, los Reyes Magos se mueren." Solo por volver a ver la escena del anuncio gigante de Schweppes vale la pena recuperarla.

Y aprovecho para recomendaros "Bienvenidos al fin del mundo" que aunque no es nada navideña nos hizo llorar de risa en el cine al pomelo y a mí este fin de semana.

¿Qué? ¿Qué pelis veis vosotros por Navidad? ¿Cuál me he olvidado? ¿Cuál es la peli que os hizo amar el cine a vosotros? Porque os encanta el cine, ¿no?

Estrellas de tela

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Madre mía, cómo pasan volando los días...

Bueno, quería haber escrito antes para deciros que ya sabéis que me marcho de viaje, pero tengo el firme propósito de dejar algún post programado para que no me echéis de menos :^P No prometo nada, que ya sabéis que no soy de fiar del todo y todavía ando dando vueltas con cosillas pendientes, pero intentaré cerrar solo a medias, dejar la persiana a media altura y de vez en cuando contaros algo en diferido. Y si la cosa va muy, muy bien, a lo mejor alguna en directo, pero tampoco lo prometo.

No os puedo contar los nervios, las prisas y los preparativos de estos días, especialmente con las sorpresas que le estoy preparando al pomelo y que, evidentemente no puedo comentar con él aunque me muera de ganas... Se me está haciendo eterno! Por suerte este domingo desvelamos la primera de ellas, que espero que le encante. Os lo contaré por Instagram cuando ya sea vox populi.

Hace ya cuatro años que no vamos a Uruguay, y en ese tiempo ha pasado de todo. Lo principal: la familia se ha ampliado y está en vías de ampliarse más. Y eso por un lado es un motivo de alegría increíble, pero por otro, da mucha pena. Porque uno se da cuenta, más que nunca, de que la vida está hecha, principalmente, de momentos intrascendentes, del día a día, de un café por la mañana, un encuentro fortuito de paseo, una cena, una tradición que se inicia porque sí. No son los grandes momentos de la vida los que nos definen, sino todas esas tonterías cotidianas que nos hacen querer a los que tenemos alrededor, confiar en ellos, tenerlos presentes. Y eso es lo que uno se pierde cuando está lejos de la gente importante en su vida.

Por eso cuando de vez en cuando el pomelo sugiere que cambiemos de país y vayamos a vivir a otro sitio con los niños, a mí se me hace un mundo y le digo que no. Entiendo perfectamente que sienta esa inquietud y que le parezca que puede ser una aventura volver a empezar en otro sitio, pero, qué queréis que os diga, el corazón me dice otra cosa, me asegura que no le puedo hacer a mis hijos lo que yo he vivido y sufrido en carne propia. Y no, no me malinterpretéis, no creo que sea malo cambiar de país, ni yo tengo ningún problema con mi nuevo lugar en el mundo. Es solo que el precio, para mí, es alto, especialmente cuando la distancia es tan grande que te impide ser una presencia habitual en las vidas de los demás.

Así que este viaje, que es una alegría increíble, tiene también su regusto amargo. Mi tía María, al despedirse del pompón friki hace unos años, cuando era un bebé, me dijo: "La próxima vez que lo vea, ya irá a la escuela". Y es tan cierto que pone la piel de gallina. Cuando hay pompones alrededor es cuando notas que los años pasan y la gente cambia y crece.

Pero bueno, aunque esté un poco filosófica, la verdad es que estoy encantadísima, con muchas ganas de que llegue el día D y de abrazar a mis tíos, a mis primos, a mi abuela y a mis sobrinos.

Mientras tanto, sigo con el adviento viento en popa (hoy hemos patinado sobre hielo, aunque si nos seguís en Instagram ya lo sabéis!) y también andamos haciendo manualidades sin parar. En este caso no es con pompones, sino una cosilla que empecé a hacer el año pasado para aprovechar unos retales y me gustó tanto que ahora es parte indiscutible de la decoración navideña (y de todo el año!)

De hecho, casi me da vergüenza deciros cómo se hacen, porque es evidente y bastante fácil, pero bueno, el blog no se escribe solo, así que os lo cuento...

Lo primero que tenéis que hacer es buscar la forma que queréis que tengan vuestros adornos. Full disclosure: yo las busqué en las autoformas de Word y luego las modifiqué un pelín para que tuvieran una forma no tan perfecta. Corté el papel y lo usé para cortar la tela: dos piezas especulares como las que veis en la imagen.


Luego solo hay que coser ambas partes, con los derechos encarados (se cose del revés) y dejar un pequeño hueco para darle la vuelta a la pieza y rellenar. Podéis coser a mano o con la máquina, pero no olvidéis hacer un buen pespunte en los bordes de vuestra abertura para poder darle la vuelta con confianza.

Antes de dar la vuelta, tenéis que practicar unos cuantos cortes en todos los ángulos que tenga vuestra figura. Los cortes se hacen perpendicularmente a la costura, llegando lo más cerca posible de ella. Si hacéis una figura con curvas, como el corazón, hay que practicar cortes en todos los lados curvos, a poca distancia, entre medio centímetro y un centímetro. Así la tela no tira y queda mucho mejor.


Ya solo tenéis que dar la vuelta a la pieza por la abertura que habéis dejado y rellenarla con un poco de guata, retales de tela o algodón. Cerráis la abertura con un punto invisible (juro que os haré un tutorial de punto invisible, que me costó pillarlo y es súper resultón) y podéis coser una cinta si queréis, para colgarlo del árbol.

El toque final son dos botones, uno a cada lado de la figura, de un color combinado. Lo coséis en el centro de la figura y ya la tenéis.


Yo las he hecho para colgar en el árbol, pero las veo más chiquitinas para decorar un paquete o con caritas y un cascabel dentro para regalar a los niños en una reunión familiar. Si las hacéis más sencillas (sin darles la vuelta) con una tela que no se deshilache o con una tela basta que se deshilache bastante, puede ser una buena actividad para hacer con pompones.

Pasaré por aquí para despedirme antes de irme, os lo prometo. Pero hoy vamos a desearle un muy buen viaje también a Marta, que se marcha ya de ya! Que os lo paséis muy bien!

Playlist navideña

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Último post "en directo", el próximo ya será en diferido mientras disfrutamos del primer sorpresón del pomelo... ¡Nos vamos al Parque de los Glaciares! Vamos a ver el famoso Perito Moreno y a pasear a la sombra del Fitz Roy, en un viaje que el pomelo tenía muchísimas ganas de hacer y que por fin es suyo.

Para descubrir su regalo el pomelo ha tenido que cantar un villancico en inglés, recitarle un poema a su abuela, subir y bajar escaleras, hacer una voltereta y meter tres triples en la canasta de los pompones, pero finalmente lo ha conseguido todo y la cara que ha puesto al abrir la guía y encontrar el mapa con las flechitas ha sido una de esas cosas que voy a guardar en la retina toda la vida.


Así que si puedo os colgaré alguna foto en Instagram y os contaré qué tal. Por el momento solo puedo decir que los nervios no me dejan vivir porque falta muy, muy, muy poquito!!

Hoy os traigo una playlist navideña con algunas de las canciones que más nos gustan en Casa Pompón. Las tenemos grabadas en un CD que ponemos non-stop en el coche desde principios de diciembre hasta medidados de enero (y alguna vez en pleno agosto, ¿por qué no?). Los pompones suelen cantarlas a pleno pulmón, chillando como si se acabara el mundo y dándolo todo.

Esperamos que las disfrutéis mucho y que os gusten tanto como a nosotros.


Brindaremos por todos vosotros! Esperamos que tengáis unas excelentes fiestas y que empecéis el año con muy, muy bien pie. Nos vemos (en directo) a la vuelta! Un beso muy gordo a todos.

Felices fiestas!

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Fieles a nuestra tradición, aquí va nuestra tarjeta de este año... Un poco menos currada, porque no hemos tenido mucho tiempo, pero con el mismo cariño de siempre.

Que paséis unas fiestas estupendas en compañía de gente a la que queréis y que os quiere y que el año que empieza esté llenísimo de felicidad y cosas buenas para todos vosotros. Desde la otra punta del mundo (y en manga corta!) pensaremos mucho en vosotros.

Feliz 2014

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Se acabó 2013, un año muy agridulce que me ha dejado uno de los peores momentos que he vivido, pero también alegrías en forma de pequeños nuevos integrantes de la familia o de la familia extendida.

No quiero hacer un aburrido post de recopilación de buenos y malos momentos, porque todos tenemos de eso. Solo quería asomarme por aquí para desearos todo lo mejor para este año nuevo, nuevito, con el que podemos hacer lo que queramos. Seguro que pasarán cosas y habrá momentos de todo tipo, pero ahora mismo es un folio en blanco sobre el que podéis escribir lo que queráis.

Haced planes posibles e imposibles, pedid deseos alcanzables o inalcanzables y que se os cumplan todos. O que no se os cumplan, que a veces es lo mejor que nos puede pasar.

Un beso desde el calorcillo de Montevideo.

Cosas que he aprendido de mi viaje a Argentina y Uruguay

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Buenos días! Es un decir, porque volver a casa y a trabajar después de tres semanas de calor y relajación hacen la entrada a la rutina cualquier cosa menos buena. Así que aquí estoy, resfriada, con dolor de cabeza y espalda y alguna molestia en las articulaciones, cosa que augura la típica gripe de enero. ¿Soy yo la única que la sufre? Seguro que no, seguro que nos pasa a todos después de tanto exceso navideño.

En fin, que hemos vuelto. Estamos aquí, listos para empezar un nuevo año con muchas, muchas ganas de aventura. Esperamos que vosotros tengáis las pilas cargadas también después del parón.

Habrá crónica interminable llena de fotos, lo prometo, pero por el momento solo quiero dejaros una lista de cosas que he aprendido de este viaje, uno de los mejores que he hecho, que he disfrutado al máximo.


  • En el asiento trasero de un coche SIEMPRE cabe una persona más.
  • Hay familia-familia y hay familia que no es familia, pero como si lo fuera. La quieres igual, la echas de menos igual y te la comerías a besos igual.
  • Mis primos tienen un gusto excelente para elegir pareja.
  • Un beso y un abrazo son la mejor manera de saludar a alguien: te sientes muy querido.
  • Las horas y los minutos son un concepto elástico para los ríoplatenses. Nunca quedes a una hora determinada con ellos. (O cómo a la fiesta del pomelo llegaron todos una hora después que el sorprendido.)
  • Existen calles llamadas Porongos y Blandengues. No tengo fotos para documentarlo, por desgracia, pero podéis consultar Google Maps.
  • El sonido de los tambores estalla dentro del pecho y te calienta el alma. No sé explicarlo con palabras.
  • Con una parrillada de carne para dos personas comen cinco. No pidáis nunca dos o alimentaréis al perro con morcillas dulces.
  • El español neutro no existe y además es una porquería. Ver CSI doblado con ese invento causa urticarias varias en diversas zonas del cuerpo.
  • Los bizcochos de membrillo deberían ser patrimonio de la humanidad. Los alfajores también. Y el bife de chorizo necesita un monumento. Pero mi plato favorito FOREVER son las empanadas.
  • La gente entra y sale de las casas. De todas, la suya también. Hay reuniones improvisadas en cualquier momento de la tarde. El mejor lugar para hacerlas: un par de sillas en la calle. Solo hace falta un mate para que la felicidad sea completa.
  • El hielo hace un ruido impresionante al romperse y caer al agua. Ya sé que lo dice todo el mundo, pero es bastante curioso.
  • En la Patagonia no existe el verano. Y después de oír el viento en El Chaltén no pienso volver a quejarme de nuestras "brisas" mediterráneas.
  • Aunque nos digan que el español y el uruguayo son la misma lengua, son idiomas diferentes. Los chupacirios que están en el horno con un porongo en la mano lo confirmarían sin dudarlo.
  • Las calles montevideanas mantienen el nombre aunque cambien de dirección varias veces. Por eso puedes caminar el línea recta y cruzar la misma calle hasta tres veces.
  • Pasan cuatro años o diez, pero es como si no pasara ninguno. No sé si eso es cariño verdadero o poca memoria, pero es de lo más bonito que he vivido.
  • El agua de los glaciares se tiene que mirar con gafas de sol. Nunca vi un color tan turquesa, ninguna foto puede hacerle justicia.


  • Hay catalanes en todas partes, incluso viviendo en el culo del mundo. Eso sí, como los catalanes somos como somos, no nos decimos nada aunque nos oigamos hablar el mismo idioma, no vaya a ser que nos molestemos.
  • La mostaza blanca de La Pasiva es insuperable.
  • Por favor, que alguna marca de refrescos saque algún pomelo. Me puse hasta el culo de bebidas de pomelo y vi hasta tres tipos diferentes de fruta en el mercado. El paraíso de los buenos pomeleros.


  • Las olas del Atlántico-Río de la Plata las carga el diablo. Y esto lo he metido aquí porque tenía que restregaros de algún modo que he estado en la playa. Y que mi rojo gamba se ha convertido en algo parecido a un bronceado si me miráis de refilón.
  • La lana uruguaya es la mejor del mundo y la más bonita. He visto montones de madejas y de bobinas que me han hecho desear poder traerme 100 kilos en la maleta en lugar de 23.
  • Montevideo es un catálogo callejero de arquitectura. Paseando por todos los barrios descubres casa (y digo casas porque es lo que hay en general en la ciudad) de cualquier estilo del siglo XX y te quedas con la boca abierta.
  • Whatsapp hace pequeño el mundo, así que pienso aprovecharlo al máximo a partir de ahora. Avisados estáis.


Poco más puedo decir hoy, que todavía estoy de resaca y de jet lag. Lo más bonito de este viaje no ha sido el glaciar, ni el desierto, ni ver guanacos saltando o ñandús corriendo, no han sido los tambores ni las vedettes encima de sus tacones infinitos, no. Ha sido ver a toda la gente que quiero, que queremos mucho y que echamos de menos todos los días. Ha sido sentarme sin nada más que hacer a jugar a un juego de mesa con mis tíos y mis primos, o a compartir unos bizcochos y unos mates una tarde de lluvia. Ha sido vivir unos días una vida cotidiana diferente, hermosa, que voy a atesorar en la mente y en el alma toda la vida. Ha sido compartir las fiestas con la otra parte de la familia, conocer a mis sobrinos (que me han robado el corazón para siempre) y vivir lo bueno y lo malo que no podemos vivir todos los días.

En fin, ha sido un viaje mágico. Así que va a costar reajustarse a la realidad (especialmente a la realidad que implica levantarse pronto y sentarse a trabajar) pero le vamos a poner ganas. Porque nos estamos preparando para alguna visita que llegará el año que viene...

Venga, vamos a pillar el ritmo, ¿no? ¿Qué me contáis vosotros? ¿Qué habéis hecho estos días?

    Simplificando (o pensando en simplificar, ejem)

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    No soy una persona organizada. Ya sé que si lleváis un tiempo leyendo este blog, no hace falta que lo diga, ya lo habéis comprobado vosotros mismos, pero para mí es casi catártico, tengo que decirlo tres veces en voz alta, como el nombre de Candyman delante de un espejo. No soy organizada. No lo soy. Soy bastante desastre.

    Vamos, que cuando los pompones eran pequeños, en el parque yo no era la madre-pañuelos-de-papel ni la madre-paquete-de-galletas, más bien era la madre-mierda-me-he-dejado-las-toallitas-en-casa-vamos-a-comprar-más.

    Ese gen que te permite hacer hojas de excel o largas listas de tareas pendientes, en mi caso es recesivo. Hago listas, sí, pero en la primera hoja de papel que encuentro y que acaba perdida entre alguna de las montañas de documentos que tengo sobre mi mesa. Empiezo agendas que no termino. Me marco un montón de buenos propósitos que no consigo cumplir nunca.

    Soy muy desorganizada.

    Y no es que reniegue de mi naturaleza, no, qué va. Creo que tiene un punto simpático, un punto artístico, si queréis. Un punto de soy-demasiado-rebelde-para-ser-organizada. Ser desorganizado puede ser hasta cool.


    Sin embargo hace... iba a decir meses, pero creo que lo correcto sería decir años, que duermo poco, trabajo hasta tarde y tengo una sensación continua de no llegar a todo, no solo en el trabajo, sino especialmente en mi vida personal, en mis ratos de ocio, con las cosas que me gustaría hacer o aprender y que nunca tengo tiempo para abordar.

    Desde que llegamos el domingo, he tenido mucho tiempo para pensar (y para engancharme a "The Good Wife" y ver como 15 capítulos). No tengo mucho trabajo y he estado prestando atención de verdad a mi manera de funcionar todos los días. Y eso me ha hecho reflexionar bastante.

    Hace unos meses leí en algún sitio la frase "Stop the glorification of busy" o lo que es lo mismo: "Basta de glorificar el estar ocupado". Y os vais a reír de mí, pero cuando la leí fue como si me pegaran un bofetón. Me di cuenta de que yo lo glorifico como loca, que siempre estoy ocupada, que pocas veces tengo tiempo para hacer cosas, incluso cosas que me muero por hacer. Lo pienso por adelantado y digo: "Uf, no, imposible, no tengo tiempo", pero por otro lado no paro de meter más cosas en la agenda y de querer estar en todas partes. Y ser desorganizada no me ayuda.

    Durante estos días he comprobado que para mí aplica esa frase que dice: "La mejor inspiración es una fecha límite". Soy tan desorganizada que solo soy productiva cuando tengo mucho trabajo y tengo que hacerlo sí o sí. Si no, puedo pasarme el día saltando de programa en programa en el ordenador, leyendo un documento, contestando un correo, teniendo una conversación por Facebook... y hacerlo todo a medias o no tan bien como me gustaría. ¿Adelantar trabajo? ¿Para qué? Hasta que la fecha de entrega me muerda el culo voy a perder el tiempo intentando hacer varias tareas al mismo tiempo para sentirme frustrada a última hora de la tarde al ver que no he cerrado ningún tema y no he podido dedicar un rato a leer, a escribir un post o a meterme de lleno en alguno de los tres cursos de diseño a los que me apunté hace meses.


    Por eso he estado pensando y reflexionando (y leyendo en primicia el libro de Tsh Oxenreider, The Blue Bike, sobre el que os hablaré largo y tendido uno de estos días) e intentando idear una manera de controlar el caos. No de superarlo, no de volverme organizada, porque ya sabemos que eso es imposible, pero sí de cambiar un poco las cosas, lo suficiente para respirar, irme a la cama pronto otra vez y tener tiempo para hacer las cosas que me gusta hacer.

    ¿Por qué pasa todo eso? Pasa por ordenar, por ponerme reglas y horarios, por seguir intentándolo día tras día aunque a veces falle irremediablemente (porque voy a fallar).

    Pasa por decidir qué es importante y cómo quiero vivir mi vida. Debe de ser que me acerco peligrosamente a los cuarenta y hago balance o algo así, no sé, pero me doy cuenta de que muchas veces estoy demasiado ocupada para pasármelo bien. Y que, no sé, compruebo el correo electrónico con impaciencia compulsiva mientras miro un capítulo de una serie y contesto solo algunos correos para no tener que pensar demasiado, en lugar de dedicarme a disfrutar de no tener trabajo y hacer todas esas cosas que siempre digo que haré cuando tenga más tiempo.

    Puede que sea también que ha empezado un nuevo año y con él la promesa o la ilusión de un nuevo comienzo, de poder cambiar lo que no nos gusta y crear algo diferente. No tengo ni idea. Lo que sí sé es que mi palabra de este año va a ser SIMPLIFICAR. Simplificarlo todo. Simplificar la manera de trabajar, organizarla, para ser más productiva y poder trabajar menos. Simplificar mi casa para encontrar todo lo que busco y no tener cosas que ocupan lugar y no sirven de nada. Simplificar mis horas de ocio para dedicarlas a hacer cosas que me guste hacer y no sacrificarlas para trabajar más.

    Vamos que estoy rollito autoayuda total, ya sabéis que de vez en cuando me vuelvo loca y lanzo mi incontinencia verbal a la blogosfera para que me escuchéis y me deis una palmadita en el hombro.

    Pero en eso nos vamos a concentrar este año. A eso voy a dedicar todos mis esfuerzos, a intentar simplificar, tener más tiempo libre, disfrutar más, reírme más y vivir más. A dejar de estar ocupada, estresada y cansada. A organizarme todo lo que pueda (que va a ser poco, ya lo sé) para poder estar mejor. A decidir qué es lo más importante en mi vida y moverme con un objetivo.

    ¿Qué? ¿Qué os parece? Si tenéis algún truco infalible, soy toda oídos.

    Gorro Peter Pan

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    ¿Os acordáis de que os conté que había ganado el concurso de Ganchitos? Bueno, pues ya ha salido el número 2 y allí encontráis mi artículo entero; para mí ha sido una ilusión increíble verlo ahí, maquetado, en esa revista tan bonita. Aix.

    La cuestión es que me han enviado este segundo número y me ha encantado. Tengo que confesar que yo no había comprado el primero y que no sabía muy bien qué esperar, pero me ha sorprendido muy gratamente. Las fotos son preciosas y los proyectos son chulos, pero es que además los patrones y las instrucciones están geniales.

    Así que aprovechando estos días de poco trabajo y teniendo en cuenta que quiero ser más productiva y aprovechar mejor el tiempo, este fin de semana he hecho el gorrito de Peter Pan de la revista. Eso sí, no lo he hecho verde y le he quitado la pluma, pero es el gorro de Peter Pan a partir del patrón de Ganchitos. Y lo más importante es que es para el pomelo. Nunca le había tejido nada al pomelo, así que es todo un acontecimiento. Está tan contento que hoy se ha sentado a terminar Breaking Bad con el gorrito puesto.


    La lana no sé ni que és, una de las lanas que tengo en mi alijo, ahora guardado en una bonitísima caja de Ciclos Riera. Supongo que debe de venir de algunas de las donaciones de lana que he tenido últimamente (mi madre y la madre de mi amiga Ainhoa) que me han llenado de material los rincones de la habitación que todavía resistían a la invasión, pero no sé de qué calidad es porque no llevaba etiqueta y confieso que soy bastante mala para distinguir, aunque juraría que tiene acrílico. Es de color azul marino y me chifla el efecto que le da el punto alto en relieve. Parece tejido con dos agujas a punto elástico. No sabía hacer el punto, así que eso ha sido otro plus: he aprendido una técnica nueva.


    ¿Qué os parece?

    Este fin de semana he hecho más ganchillo, que ya os mostraré, y también hemos iniciado a los pompones en el sagrado mundo de El señor de los anillos, que les ha encantado. Y no he abierto el correo electrónico, ni he hecho nada de trabajo (que tengo poco, pero algo tengo). He descansado, he comido con amigos, hemos tenido partidos de baloncesto, hemos jugado al Just Dance hasta morirnos de risa, he desayunado en la cama... ¿Y vosotros qué? ¿Qué tal el finde?

    Oh Blog!

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    Justo antes de marcharme de vacaciones (rollo tres días antes) estuve en Oh Blog!¿Y qué es eso? Pues un curso para blogueras en el que nos enseñan cuatro cosillas de diseño y fotografía para mejorar el aspecto de nuestro blog.

    El lugar elegido fue el Valkiria Hub Space,  un espacio que me tiene robado el corazón por lo bonito, polivalente y diferente que es. A punto están de tener un jardín suspendido en el techo y tanto las oficina como el auditorio son hermosos.


    Voy a ser sincera: no lo tenía muy claro. Soy bastante autodidacta y he aprendido aquí y allá, con tutoriales, cursos online y también con algún curso presencial. Así que no sabía si me iba a servir de algo o no.

    Y voy a ser sincera también diciendo esto: muchas cosas ya las sabía. Pero aun así, el curso valió la pena. Aprendí cosas que me abrieron el cielo y me dieron una nueva perspectiva. Cosas técnicas, cosas de Photoshop que no recordaba porque no uso, o que directamente no había pensado nunca, algún detalle de fotografía que no tenía claro y varias cosas de Instagram que me alucinaron. Y lo bueno es que fue todo hands-on, es decir, estuvimos trabajando al mismo tiempo que los profes, poniendo en práctica todo lo que nos explicaban, ensayando y probando.


    Carol fue nuestra profe de Photoshop y es la organizadora del curso, pero lo más importante es que es una de esas personas que dan buen rollo automáticamente. Una de esas personas con las que hay una complicidad casi instantánea, a la que le contarías toda tu vida a los cinco minutos de conocerla. Y creo que nos pasó a todos, porque al terminar el curso nos sentamos en la sala y estuvimos charlando como si se acabara el mundo sobre cualquier tema: vegetarianismo, cine, gin-tonics, fútbol y medicina india. Y comimos palomitas.

    Anna nos enseñó a usar Instagram... y alucinamos. Echadle un vistazo a su cuenta, veréis qué fotos tan bonitas tiene. Nos enseñó algunos trucos de composición, nos habló de los fondos y la luz que usa para sus trabajos y nos enseñó las mejores apps para editar fotos.


    Voy a quedar fatal, pero no recuerdo el nombre del profe de fotografía. Pero cuando empezamos a sacar fotos, se me acercó y me dio varias pistas sobre la distancia focal, que me hicieron tener muchísimo más claro cómo enfocar con mi cámara. Además nos puso ejercicios divertidos para que pusiésemos a prueba lo que nos acababa de explicar.

    Pero lo más chulo de todo fue compartir el día (sí, sí, el día entero, con catering de lujo de Juan, cuya web no tengo, pero juro encontrar para vuestro disfrute y deleite) con un montón de mujeres alucinantes con proyectos muy diferentes, pero todos fascinantes. Siempre me ha parecido que cuando hay un montón de mujeres trabajando juntas, se crea una especie de magia (chicos, no es nada personal, de verdad, me caéis muy bien, y si sois John Cusack o Jarvis Cocker me caéis hasta mejor y podéis dejar vuestros datos en los comentarios, gracias). No sé qué es exactamente, pero es muy bonito y se disfruta un montón. Aunque éramos todas muy diferentes y tenemos todas blogs que no se parecen en nada, pasar tiempo juntas, ver el trabajo de las demás y charlar fue muy enriquecedor. Y ahora sigo esos proyectos personales de cerca, porque sé el cariño y el esfuerzo que hay detrás. Al final del post os pongo enlaces a los blogs de todas mis compañeras para que les hagáis una visita.


    En fin, que el curso fue provechoso, interesante y muy divertido. Me lo pasé genial, aprendí y me reí. Y acabamos con unos gin-tonics espectaculares que habría engullido enteros de no haber sido porque conducía T_T Carol, cuando tu amigo monte su local, avisa, que allá iremos a volvernos asiduos.

    Carol va a montar más cursos y a organizar otras cosas y solo puedo recomendaros que asistáis. Hay tanta proliferación de actividades en internet que uno a veces va un poco perdido y no sabe muy bien qué se va a encontrar, pero os aseguro que Oh Blog! superó mis expectativas en todos los sentidos y me pareció un curso muy completo, honesto y claro, con profesores encantadores y un ambiente muy relajado y muy agradable.

    Gracias, Carol, por tus ganas, tu alegría y tus consejos.

    Y aquí os dejo las direcciones de mis compañeras:

     Por cierto, no sé por qué pero casi todas las fotos que tengo son de comida y bebida... Ehem.

    Soy feminista

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    Que no, no se me ha ido la olla del todo y estoy esperando que vengan a llevarme al frenopático. O a lo mejor sí. Pero lo que quiero contaros hoy es que durante estas vacaciones he leído (o más bien devorado) el libro de Caitlin Moran "Cómo ser mujer". Y no puedo recomendarlo con más ganas ni con más vehemencia.

    Es uno de los títulos que se van directamente a la lista de libros que voy a regalarle a la pompona cuando llegue a la adolescencia. Un libro que hay que leer y releer para reírse y para pensar en el lugar que se nos ha otorgado a las mujeres en nuestra sociedad. Y para patalear.

    Debo admitir que no estoy de acuerdo al 100% con todo lo que dice el libro. Por ejemplo, el capítulo sobre los iconos pop de las nuevas generaciones y su influencia sobre las adolescentes no me convence. Pero creo que es importante que alguien hable y discuta y se encienda sobre estos temas. Porque al fin y al cabo, gran parte de lo que nos pasa a las mujeres en esta época está permitido y alentado por otras mujeres, en general sin darse cuenta.

    Caitlin Moran no tiene pelos en la lengua y eso también me gusta mucho. No es una lectura apta para todos los públicos y hay palabrotas, frases explícitas y mucha discusión sobre sexualidad. Personalmente creo que por algún extraño motivo a las mujeres se nos ha estafado esa parte de nuestra vida y se nos obliga a ser seres "decentes" que no discuten de ciertas cosas. No es que yo tenga ganas de ir hablando de sexo todo el día, soy bastante pudorosa y no es un tema que suela abordar en mis conversaciones, pero creo que nos iría a todas mucho mejor si no existiese tanto tabú alrededor de un tema tan natural y tan intrínseco a nuestra biología.

    Pero apenas es uno de los que discute en el libro, que está montado como una biografía y repasa los momentos más chocantes de cualquier adolescente que pase a ser mujer: la llegada de la regla y del vello, el peso, el pecho, el machismo, el amor... hasta llegar a los momentos que también se supone que definen nuestras vidas: la boda, los hijos, el trabajo... Todos los capítulos recogen uno de esos elementos definitorios que forman nuestra percepción de lo que es ser mujer. Y para ser sinceros, lo que la gente cree que es ser mujer es horroroso.

    Dice la autora que nos subamos a un taburete y gritemos muy fuerte "Soy feminista" y es lo que estoy haciendo aquí, desde mi taburete virtual, que me permite decir lo que quiero cuando quiero. Soy feminista, chicos, muy feminista y cada vez más. Porque, repasemos, feminismo es:


    No es pensar que las mujeres somos superiores a los hombres (que por otro lado es una tontería) ni es reclamar que las mujeres dominen el mundo (aunque sería divertido ;^)) sino simplemente exigir que se nos trate a todos igual, que se nos ofrezcan las mismas oportunidades y que tengamos igualdad de derechos, no sobre el papel, sino en la realidad.

    Lo triste de todo esto es que tengamos que pasar una adolescencia como mínimo extraña y una juventud llena de momentos incómodos para poder llegar, en el mejor de los casos a un momento en el que una se siente a gusto con una misma y puede decir, sin temor a equivocarse ni a represalias ni a nada: Soy feminista.

    No quiero que la pompona pase por lo que he pasado yo, por años de sentirse mal con su cuerpo y creer que no es femenina o que no hace las cosas bien o que no es una chica como debería ser porque no cabe en los pantalones que están de moda, no le gusta maquillarse y le gustan el fútbol y la música punk. No quiero que pase por la vida pidiendo disculpas, que es lo que hacemos la mayor parte de las mujeres.

    Soy feminista, chicas. Creo que las mujeres podemos aportar más de lo que aportamos y que podemos ser mucho más felices. Creo que en algún momento hay que dar un golpe sobre la mesa o dibujar una raya en la arena y decir que hasta aquí. Que vale ya. Que somos como somos y que no vamos a disculparnos por eso. Que si no te gustan mis michelines embutidos en unos pantalones ceñidos, no mires, oye, que me pienso vestir como me dé la gana, hablar del tema que me dé la gana y exhibir mis opiniones, porque también las tengo.

    Pero para eso, señoras, hay que hacer un poco de examen de conciencia también y admitir que muchos de esos conceptos están tan presentes en nuestra cultura que nosotras mismas mantenemos los prejuicios contra las mujeres sin darnos cuenta. Eso es lo más perverso, a veces somos machistas y nuestro peor enemigo. Y no hablo del cotilleo sano, de criticar, que es un deporte nacional ampliamente reconocido que practicamos todos, sin importar el sexo; hablo de otra cosa, de otras posturas que tenemos todas y que sabéis perfectamente cuáles son. Hablo de denigrar, de ensalzar el decoro, de juzgar, de no dar una oportunidad.

    Ser mujer no es nada más que tener un cromosoma distinto en nuestro ADN. Eso nos da otras características, pero no nos hace inferiores a nadie. Nos hace pensar de otra manera y es una suerte, porque podemos así complementar el modo imperante de funcionar, eminentemente masculino. Pero para aprovechar todo ese potencial, tenemos que ser feministas militantes, feministas exaltadas, como dice Moran, feministas de verdad, que tiendan la mano otras mujeres, especialmente a las mujeres con las que no tenemos nada en común.

    Ese es uno de mis propósitos de este año: reconocer mis ramalazos machistas y darles la vuelta, ser menos crítica y sentenciosa, tener la mente más abierta. Mi propia travesía del desierto femenino se acabó hace unos años, cuando por fin pude estar contenta conmigo misma y dejé de medirme con la vara de medir universal para aceptar que soy como soy y no tengo nada de malo. Y sinceramente, deseo lo mismo para todas las mujeres, pero no después de años de sentirnos mal, sino desde el principio, de saque, porque sí. Eso es lo mínimo que nos merecemos hombres y mujeres y lo que tendríamos que estar buscando todos.

    Curiosamente, hace unos días Carol colgó en su blog un vídeo que es parte de este otro, de Jean Kilbourne, llamado Killing us softly, en el que se repasa la imagen que da la publicidad de la mujer. Ya habréis visto que lo colgué en Facebook porque me pareció muy inspirador, muy esclarecedor. Y os lo dejo aquí porque creo que está relacionado con este tema. Prestad atención a los anuncios y a la imagen que nos dan de la sociedad.

    KCW

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    Esta semana ha sido la KCW o Kids Clothes Week. Hace siglos que me planteo que tengo que hacerlo en serio y la verdad es que todos los años (hasta ahora se hacía dos veces al año, ahora se hace cuatro) me pasa algo a último momento que frustra todos mis planes y no coso ni un botón.

    Ya os conté que este año mi palabra clave es ORGANIZACIÓN (y simplificación), así que esta vez me lo he planteado y lo he conseguido. He cosido 1 hora al día (más o menos) y aunque mis prendas todavía disten mucho de ser profesionales (no miréis el cuello de la camiseta, por favor), lo cierto es que he aprendido bastante y le voy cogiendo confianza a mis habilidades como costurera. Vale, es verdad, tengo que hacerme más amiga de la plancha, pero bueno, poco a poco, que las mejores relaciones a veces tardan un tiempo en desarrollarse, ¿no?

    He hecho un pantalón más con la misma tela de punto verde que la camiseta, pero me quedé sin elástico, así que tendréis que esperar a que lo termine... Y creo que también compraré una aguja de esas de punta redonda para la máquina, porque no sé hacer dobladillos en tela de punto, quedan feos, feos.

    El pantalón rosa es de tela de chándal de verano, no tan gruesa, con mucha caída. El patrón es el de los Parsley Pants de Rae y para mis hijos son un poco anchos de pierna, aunque les quedan bien y por mi madre que la pompona los va a usar, que no está el horno para bollos y que por una cosa que coso que no parece... bueno, cosida por la propia pompona, va a tener que hacer un esfuerzo y fingir que le encanta. No te pueden quitar la custodia por vestir a tu hija con la ropa que coses tú, ¿verdad?

    El pantalón azul lo hice aprovechando unos pantalones míos y eso me hace muy feliz. Ya lo sé, no seáis rancios, sé que la combinación de colores es cuanto menos dudosa y además añado que el pantalón en sí les hace un poco de bolsa en el bajo vientre porque: a) los pompones son muy delgados; b) todavía no entiendo los patrones; o c) hay una conspiración judeo-masónica para evitar que me aficione de verdad a la costura y me gaste una pasta en telas, máquinas y gomas para las bragas, que conozco a alguien, y no voy a decir nombres, que acumula casi un kilómetro de la misma en diferentes tonos. Si la respuesta es la C, querida conspiración judeo-masónica, no está funcionando, porque aunque cosa mal me gasto la pasta igual en telas, máquinas y gomas para bragas, aunque no llego al nivel de la persona antes mencionada, claro.

    Por cierto, el patrón es del libro Collection privée filles & garçons que compré en Creativa. Lo más probable es que el pantalón pase a ser "ropa de Ansovell", o lo que es lo mismo, ropa del pueblo de los abuelos, donde no importa qué te pongas porque te vas a pasar todo el día metido en el abrevadero de las vacas intentando pescar más renacuajos que nadie y cuando salgas irás a darle las sobras de la comida a las gallinas y a abrazar a todos los perros del pueblo mientras recoges moras. O algo así.


    El pantalón que por el momento mejor ha quedado (y debe de ser porque no está terminado) es el verde, que curiosamente hice a partir del patrón de un pantalón que me encanta cómo les queda a los dos pompones peques, pero que ya era tobillero y por el que no mostré ninguna clemencia y despedacé a conciencia. Ya sé que la gente hace los patrones en papel, pero yo tengo la manía de guardarlos en tela, porque me parecen mucho más prácticos y no se me rompen cuando los dejo tirados en el suelo del estudio durante más de un mes.

    He de decir que también he aprovechado el tiempo de costura para remendar algunos pantalones con las rodillas peladas y para hacerme el bajo de unos vaqueros que me había comprado hace como seis meses.

    En fin, hasta ahí mi KCW. El trimestre que viene más y (no va a hacer falta demasiado) mejor también.  Y para que veáis que la palabra ORGANIZACIÓN ha calado hondo como mensaje de cabecera (al menos durante tres o cuatro meses, como me indicó mi simpática tía Charo el otro día) estoy poniendo orden también en el blog, para que sea más fácil y más útil. Si tenéis alguna sugerencia sobre cómo queréis que lo haga y lo que queréis encontraros aquí, hacédmela, por favor. Aunque, seamos sinceros, soy un auténtico desastre con el blog y puede que eso no cambie jamás. Pero por eso me queréis, ¿no? Por mi temperamento caótico y artístico...

    Sorteo exprés

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    Justo antes de irme de vacaciones llegamos a los 200 seguidores en FB. Es una pasada, la verdad, que haya 200 personas que sin coacción (o con muy poca coacción por mi parte, quizás solo uno o dos correos amenazadores) hayan decidido pulsar ese botoncito para unirse a la aventura pomponil. Más alucinante todavía es que haya gente que además se pase de vez en cuando para comentar tanto allí como aquí. Vamos, que estoy contentísima, ilusionadísima y muchos ísima más.

    En fin, que como estoy tan ísima, hoy os traigo un sorteo exprés. Rapidito y facilito (especialmente para mí, que he descubierto los formularios de Google Drive, tarde, ya lo sé, pero no esperarías otra cosa de mí, ¿no?), así que apuntaros ya.

    ¿Qué podéis ganar? Pues estos libritos de Jean Greenhowe para hacer amigurumis en punto. Y un par de agujas de bambú y un par de ovillos de lana para que no tengáis que salir a comprar y empecéis en cuanto recibáis el paquete. Aunque seguro que tenéis un alijo de lanas escondido listo para este tipo de proyectos.


    Solo tenéis que dejar vuestros datos en el formulario de aquí abajo hasta el jueves a las 24:00. No os paséis ni un minuto, que os convertiréis en calabaza :^P El viernes os cuento quién ha ganado y preparo el paquetito para que lo tengais la semana que viene y podáis empezar a tejer como locos.

    Mucha suerte a todos!


    Notes from a blue bike

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    Hace bastante tiempo, no sé muy bien por qué, leyendo blogs aquí y allá, aterricé en el blog de Tsh (no me digáis que el nombre no mola un montón), The art of simple. Por aquel entonces el blog se llamaba Simple Mom y publicaba artículos sobre una cosa de la que yo no había oído hablar jamás: simplicidad en la vida.

    En ese blog leí por primera vez sobre conceptos como "uncluttering" y reflexioné sobre mi manera de invertir el tiempo y el dinero. A partir de ese blog decidí pagar el coche con la técnica "bola de nieve", ahorrando monedas de 2 euros como os conté aquí.

    Ya sé que es un poco raro decir que algo que has leído en internet te ha cambiado la vida, pero el blog de Tsh me ha hecho pensar muchísimo sobre mi manera de gestionar mis recursos, sobre la vida que quiero vivir, sobre cómo organizarme y mil cosas más. Muchos de los cambios profundos que he intentado llevar a cabo a lo largo de los últimos meses se han debido a cosas que he descubierto con Tsh.

    Por eso cuando comentó que estaba preparando un nuevo libro y pidió voluntarios para leerlo y hacer una pequeña reseña en sus blogs, me lancé de cabeza. Ya había devorado "One bite at a time" y me había encantado, y por sus posts sabía que iba a encontrar algo muy acorde con mi modo de ver la vida. Y no me defraudó. Así que este post forma oficialmente parte del Blue Bike Blog Tour.


    "Notes from a blue bike" es diferente a sus otros libros, porque no es manual práctico, sino que recoge historias cortas, pequeños episodios de su vida que ilustran los temas principales en los que se divide el libro: el descubrimiento de la necesidad de vivir una vida más simple, la comida, el trabajo, la educación, viajar, el entretenimiento y el cuidado de uno mismo. Son relatos cortos con su familia como protagonista, sobre sus buenos y malos momentos, sobre sus aventuras en diferentes lugares del mundo y sobre esos momentos que la hicieron decidirse a cambiar de vida.

    Pero eso es quizás lo más bonito. Son como pequeños posts en un blog que le dan vueltas a una historia para hablar de un tema más profundo y más general. Y ese algo más profundo y general suele ser ese concepto de simplicidad aplicado a casi todos los aspectos de nuestra vida. Un concepto de simplicidad que creo que en momentos tan extraordinarios como este, en el que un paradigma y un sistema económico se van a pique, nos llegan con mucha más fuerza.

    No sé si os pasa a vosotros o si lo veis a vuestro alrededor, pero para mí esta claro que hay una búsqueda frenética de la simplicidad. En diferentes aspectos y con diferentes matices, pero creo que lo bastante clara para considerarla una tendencia. Que existan blogs como este mismo (y hay miles!) que hablan de cosas hechas con las manos, de DIY, de organización, de huertos urbanos, de cosmética natural, de cocina o de experiencias en familia y con amigos, significa que de repente tenemos la necesidad de conectar con un montón de cosas que hemos perdido, de encontrar una nueva manera de vivir, consumir y relacionarnos. Y eso se ve en la cantidad de iniciativas que han ido naciendo en internet y que han crecido y prosperado de manera espectacular.

    Tenemos ganas de cambiar. De cambiar el mundo, sí, pero de cambiar nosotros, de estar más contentos, de trabajar menos y, como decía uno de los temas de enero del diario de Petite Blasa: de hacer más de lo que nos hace felices. Tenemos ganas de recuperar nuestra vida o las riendas de la misma, de hacer cosas nuevas, de estar contentos, de apoyar a otra gente que es como nosotros, de compartir, de escuchar, leer y charlar. Tenemos ganas de otra vida.

    Y eso es lo que recoge este libro a través de la peculiar historia personal de Tsh. Una historia curiosa, muy particular y llena de momentos con los que uno se puede sentir muy identificado. Un poco flower power, eso no os lo voy a negar, pero de buen rollo, un flower power bonito, lleno de sentido si uno se para a pensar en realidad que si hay algo finito es el tiempo y que administrarlo mejor, como os decía el otro día, no solo nos hace más productivos, sino principalmente más felices.

    Leer el libro (que está en inglés, eso sí) es como sentarte a tomar un café con alguien y arreglar el mundo. Algo que yo creo que a los latinos nos encanta hacer, ¿no? Sentarnos a hablar sobre cómo se pueden cambiar las cosas. Solo que en este caso el cambio empieza en casa. Y eso es lo más mágico. Porque quizás no podamos cambiar la macroeconomía, ni a nuestros políticos, ni siquiera esta crisis. Pero sí que podemos hacer pequeños cambios en casa, en nosotros mismos y en nuestra forma de relacionarnos con los demás.Y quién sabe si esos pequeños cambios no pueden acabar precipitando un cambio más profundo y más general. Personalmente, creo que es lo más probable.

    Yo no sé poner en palabras tan bonitas como Tsh el cambio que poco a poco hemos ido instaurando en nuestras vidas, el ritmo diferente que nos marcamos, las cosas que ahora pensamos y sobre las que antes no reflexionábamos y que nos hacen sentir bien. Sé que en parte es simplemente una cuestión de hacernos mayores y madurar y ver por fin de una manera clara cuáles son nuestras preferencias y nuestros valores, pero creo que es también un resultado; el resultado de haber conocido otra manera de hacer las cosas gracias a ese movimiento lento pero implacable de nuestra sociedad que yo he encontrado bien representado en la red, en vuestros blogs, en los comentarios, en el movimiento de un montón de gente que un día decide hacer lo que disfruta y vivir una vida mejor.

    Nunca nos había visto, globalmente, tan dispuestos y decididos a vivir mejor. Y debo confesar que me encanta. Y la clave para vivir mejor a veces consiste únicamente en dejar claras las prioridades, levantar el pie del acelerador, disfrutar más y montar en una bici azul.

    Resultado del sorteo

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    Bueno, pues nada, ya está. Sorteo exprés cerrado y resultado ya en mis manos. Qué nervios, ¿no? Venga, va, no os hago sufrir más. La ganadora del sorteo es:


    ¡Susana!

    Ya me he puesto en contacto con ella para hacerle llegar su paquete.

    Iba a usar Random.org, pero la página me ha parecido un lío, así que me he copiado vilmente de mi querida Laia y he usado Sortea2, que es rápido y fácil, pensado para lerdas vagas como yo.

    Muchísimas gracias a todos por participar, por leer y por comentar. Siempre es un placer asomarse por aquí y ver que alguien ha dejado una palabra amable y bonita.

    Nada, pronto más, que seguro que encontramos otra excusa para montar un sorteo ;^)

    Espera

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    Una de mis canciones favoritas incluye un verso que dice:

    "No creas que estoy huyendo si me ves retroceder, espera, que estoy cogiendo carrera".

    Así estoy estos días. Hay trabajo en el blog, pero invisible, de organización (mi palabra del año, ya lo sabéis), de orden, de planteamientos básicos. Estoy enamorada de mi blog, pero a veces me angustia porque quiero hacer más cosas y creo que no llego. Y es, sencillamente, mala planificación.

    Así que disculpadme si no estoy aquí contando cosas, pero las estoy preparando. Tengo ganas de que la cosa fluya, sin tanta necesidad de escribir posts a última hora de la noche porque quiero publicar al día siguiente sea como sea. Tengo ganas de que no se me queden mil cosas en el tintero, como me pasa ahora, y de poder compartir mucho más. Y para eso he estado unos días reflexionando, haciendo listas, curioseando otros blogs y esas cosas.

    Pero os sigo queriendo, no me he ido a ningún sitio. Y os deseo un muy feliz fin de semana.

    El bordado de la Nuri

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    ¿Sabéis esa sensación de que uno puede con todo cuando abrís la primera página de una libreta nueva, o cuando os sentáis a trabajar ante una mesa limpia y ordenada, o cuando empezáis a cocinar con todos los ingredientes a mano y bien cortaditos? Pues esa sensación tengo yo hoy. Todavía hay flecos que cortar, un poco de polvo que limpiar y algún armario cerrado a presión que me da miedo abrir, pero en general, el nuevo aspecto del blog me causa un profundo sosiego. Sigue sin ser exactamente lo que quiero, pero como ni yo misma tengo muy claro qué es lo que quiero, por el momento estoy encantada con este aspecto más ordenado y limpio.

    Pero hoy os quiero presentar a Nuri:


    La foto no es tan bonita como me gustaría, pero es que se la saqué a traición con el teléfono del pomelo y esto fue lo que salió. Pero aunque la foto no es perfecta, sí que retrata a la Nuri a la perfección: una mujer activa, charlatana y encantadora, con unas manos increíbles.

    Nuri tiene 82 años y es "la Nuri de la Pesca". Su casa fue durante más de 50 años la tienda de ultramarinos del centro del pueblo. En el comedor cuelga la balanza que usaba para pesar el pescado salado hace tantísimos años, aunque de la tienda apenas queda una placa en la puerta de la casa, porque ella ya hace años que se jubiló.

    La conocí el sábado por casualidad. Bueno, quizás no por casualidad, porque fue en la fiesta de cumpleaños de mis suegros, pero lo que sí fue casual fue que en la sobremesa yo sacara el ganchillo y que entre los montones de personas que éramos, ella se fijara y me preguntase inocentemente si me gustaban las labores. Ahí nos liamos a hablar y supe que ella es la artífice de muchas de las cosas hechas a mano que mi suegra tiene repartidas por la casa. Y cuando le dije que un día de estos me pasaba para que me mostrara las cosas que hace, me contestó enseguida: "Si quieres te las muestro ahora".


    Ella dice que lo suyo no es bordado, que ella apenas hace punto de cadeneta, pero a la que empezamos a hablar y a abrir cajones salieron vainicas increíbles y me empezó a contar historias de cada pieza bordada.

    Llegó un punto en el que yo no podía abrir más la boca de la sorpresa y creo que mi única frase en la conversación era "me encanta" a cada nueva pieza que Nuri me enseñaba, un poco como si tal cosa, como si no tuviera ningún mérito crear las cosas hermosas que crea.


    Más hermoso aún es ver que detrás de cada pequeño paño, de cada tapete, hay un vestido que se rompió y se reaprovechó, unos bolsillos que se descosieron, unas sobras de una cortina o de una sábana vieja. Y que esos trocitos de tela le han llegado de diferentes sitios y diferentes personas. Y que siguen su camino, puesto que Nuri me regaló (sin necesidad de insistir demasiado) varias piezas que pienso guardar como oro en paño.

    Os vais a reír de mí, pero una de las cosas que siempre me ha dolido de haber cambiado de país es precisamente esa: no poder tener esos tesoros antiguos que casi todo el mundo tiene. No tengo muebles de mi abuela, ni la caja de costura de una tía, ni nada de nada. Tengo apenas LA bufanda de la que os hablé hace un tiempo y alguna cosa de mi suegra o de la madre de mi padrastro, que me llenan de alegría y me ponen el corazón tierno. Y me gusta comprar alguna cosilla en un mercadillo de vez en cuando, pero no es lo mismo. No es lo mismo que saber las manos por las que ha pasado y sentirte cerca de las personas que la han usado.


    Por eso estos regalos de la Nuri tienen un lugar privilegiado para siempre en mi vida, porque la persona que los ha hecho es excepcional y porque cada pedacito de tela que decora mi casa ha tenido una vida previa que noto e imagino cuando lo recorro con las manos.

    ¡Mil gracias, Nuri!

    Fiesta solidaria para la curación de la leucemia en el Holi

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    Como sabéis, el año pasado fue un poco doloroso y nos dejaron algunos amigos. Entre ellos Mònika, tejedora compulsiva, friki, graciosa, divertida y luchadora a tope.

    Cuando ocurrió, Sònia dijo que había que montar algo para recordarla, pero en ese momento ella no tenía las fuerzas necesarias para hacerlo. Ahora, casi un año después, ese gen hiperactivo que tiene ha despertado con ganas y ha decidido montar una fiesta e invitarnos a todos.

    Ya os conté también lo que es el Holi y os mostré algunas fotos de esa celebración india tan divertida y especial, llena de color y de música.


    Pues quiso la casualidad que Sònia escogiera para su fiesta la misma fecha en la que se celebra el Holi, que organiza otra Sònia. Así que se alinearon los planetas, los dioses nos enviaron una señal y quedó claro que las dos fiestas del color tenían que encontrarse, porque tantos puntos de contacto no podían ser una casualidad.

    Así que os invito a mi pueblo :^) Traeros los bártulos de hacer punto y ganchillo, venid vestidos de blanco con ropa que pueda ensuciarse y percudirse, y no os dejéis las ganas de fiesta, de reír, de bailar, de charlar hasta por los codos y de colaborar con una (o muchas) buena causa.

    La idea es montar un tapiz de tapetes de ganchillo de color azul y naranja. Y también habrá un stand para concienciar sobre la leucemia y la donación de médula, con material de la fundación Josep Carreras.


    Si os encantaría participar, pero no podéis venir, hay varios puntos de recogida de material (tapetes o cualquier cosa hecha a mano que se pueda vender en un mercadillo solidario) que encontráis aquí. Y si no os valen, escribidme un correo y lo hablamos, pero no os quedéis sin participar, que va a ser divertido y va a suponer un empujón para erradicar esa enfermedad que queremos que sea curable y que no se lleve a nadie más por delante.

    Evidentemente, podéis coger esta convocatoria y hacerla vuestra en cualquier red social, en vuestro blog o donde queráis. Cuantos más seamos, mucho mejor.

    Os espero a todos el 23 de marzo en la Plaça del Treball de Sabadell. Llevaré tres pompones colgados o algo, para que me reconozcáis :^)
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