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Channel: Tres pompones
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Abecedario de Navidad


Reno de Navidad

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Ya se acabó, ya ha llegado el día D, a partir de hoy seremos todos tres tallas más gordos, un pelín más borrachuzos e infinitamente felices, ¿no? Para terminar, Laia nos propone un reno de origami para decorar, felicitar o pasar estas últimas horas nerviosas.

Y yo te deseo muy, muy felices fiestas. Descansa, carga pilas, pasa el rato con gente a la que quieres de verdad, haz el tonto, prueba algo nuevo y ríete mucho, mucho, mucho.

Nada en la nevera: Caldo de restos

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¡Feliz año! 2016 me estaba cayendo muy bien hasta que acabó de un plumazo con dos de mis personas favoritas sin avisar. Ha sido una semana de incredulidad total y de mucha pena. Y sí, ya lo sé, no los conocía a ninguno de los dos y BLA, BLA, BLA. Pero una puede y tiene derecho a sentir empatía y buen rollo hacia alguien a quien no conoce.

Pero 2016 ha empezado, de todos modos, muy bonito. Y eso que es el año en el que yours truly pasará al gran 4. Muchos de los objetivos que me había marcado han empezado a parecer posibilidades en lugar de sueños gracias y al trabajo lento y deliberado que hice el año pasado. Y he notado que he mejorado en cosas. Cosas como hacer deporte. O como dejar de estar enganchada al ordenador a todas horas. O como poder estar en el sofá sin hacer nada durante un par de horas. Cosas como soltar lastre y olvidarme de cosas que quería hacer o que me sentía obligada a hacer y que no tenía tiempo de afrontar. Así que por eso, te doy las gracias, 2016.

Demodé va creciendo, ya sabes, y justo hoy publico la receta de la sopa de Zanzíbar, también conocida como sopa levantamuertos o sopa curalotodo. Así que he pensado publicar aquí también algo relacionado con esa sopa (y aprovechar las fotos, ejem). De hecho, hacía muchos días que quería compartir contigo este truco que tenemos en casa para aprovechar los restos de verdura.


Nosotros somos adictos a la frutería. Al Sr. Iron y a mí nos gusta ir juntos, toquetear los tomates y pelearnos por las frutas que hay que comprar (yo, mangos, frambuesas y piña, el Sr. Iron, manzanas, naranjas y plátanos). Nos gusta pedir frutos secos y huevos ecológicos y cargar el carro hasta que ya no cabe nada más y tenemos que pedir una bolsa para las fresas. Nos encanta la frutería y diría que hasta casi nos peleamos por ir.

Mi frutería tiene además una cosa buena y es que las hortalizas traen sus hojas. Las zanahorias, las cebollas tiernas, los rábanos... todo va acompañado de una buena mata verde. Y aunque te la recortan un poco, si quieres, también te la puedes llevar a casa en todo su esplendor. Y eso es algo que hago habitualmente.

Cuando llegamos a casa, si tenemos tiempo, preparamos las verduras. Es otra de las cosas que me gusta mucho hacer. Me gusta cortar la coliflor y el brócoli y guardarlos en recipientes de cristal, listos para un salteado o una sopa, o sencillamente para ahorrarme un rato a la hora de cocinar. Me gusta ver qué tenemos planeado en nuestro menú semanal (cuando lo tenemos) y dejar ya todo listo para preparar el plato. Me gusta congelar lo que he comprado para finales de semana, y ordenar en la nevera todo lo demás. Sí, ya sabes perfectamente que me gustan muchas de las cosas marujiles de la casa y esta es una de ellas.


Cuando preparas las verduras hay una cantidad increíble de restos. Las partes duras de los espárragos, los tallos de los puerros, el tronco de las coles, las pieles y los rabitos de las zanahorias. Cosas que hace un tiempo habría tirado, pero ya no.

Desde hace unos meses, tenemos siempre un cuenco grande en el congelador. Allí vamos dejando todos estos restos, bien lavados y cortados. Como somos adictos a las verduras, es un cuenco que se llena bastante rápidamente. Cuando tengo restos de pollo, espinas y cabezas de pescado o una paletilla de jamón que ha llegado a su fin, saco la olla.

Sí, siempre tengo que añadir algo más, quizás una cebolla, una rama de apio (ya volveremos sobre el apio más adelante) o, como en la sopa que tenemos en Demodé, un pollo entero. Pero la base del caldo la hago sofriendo las verduras que tengo en el congelador siempre.

Es una chorrada. Pero para mí ha sido un game changer. Ahora hay caldo casero muchas veces en casa, algo que antes pasaba... nunca. O solo cuando alguna abuela bienintencionada traía sopa para algún niño.


Y ese caldo sirve de base para mil cosas, desde un arroz a unas lentejas pasando por la sopa de hoy que no te puedes perder porque es la mejor del mundo.

¿Tú guardas los restos de las verduras? ¿Haces algo con ellos? ¿Y otros restos? Mi padre hacía unas pieles de patata increíbles que quiero intentar recuperar. Y hace poco probé espinas de sardinas fritas y me parecieron un manjar increíble. A ver si os traigo esas recetas para próximas ediciones de Nada en la nevera.

Te kuero

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Ay, señora, que hoy vengo explosiva. No sé por qué decidimos que fuese el día 14 o quizás sí: lo decidimos porque es un día cursi y un poco de cuero le venía la mar de bien.


Fuese por lo que fuese, a finales de noviembre tuvimos la cita anual de la junta directiva de Patronpedia y tocó en Madrid. Fue un fin de semana lleno de encuentros, besuqueos, conversaciones hasta las tantas de la mañana (cual colegialas de internado) y sorpresas. Muchas sorpresas.

Una de ellas fue que quedamos con Liesl, de Oliver+S y Liesl+Co, que nos invitó además a una copa en su casa y nos regaló unas telas ma-ra-vi-llo-sas que espero poder mostraros pronto conmigo dentro. Con ella nos fuimos de tiendas para comprar... tela (qué queréis que os diga, traje la maleta repleta) y para visitar alguna mercería con solera.

Como ya es tradición, compramos todas la misma tela para hacer nuestro reto y la elegida fue esta especie de polipiel elástica que lucía Liesl en unos pantalones.

No te imaginas mi desesperación mirando ese trozo de tela días y más días, sin tener ni idea de qué hacer. Yo, que normalmente voy con vaqueros y camiseta, que prácticamente no me quito las zapatillas. ¿Qué **** iba a hacer con dos metros de tela de cuero elástica?

Le di muchas vueltas, la verdad y no se me ocurría nada de nada. Pero finalmente me iluminé (kind of) y saqué mis primeros y únicos patrones en papel, que compré hace unos meses junto con Miren, Mónica y Mari Cruz cuando Butterick hizo una megarrebaja. Y aunque había un par de candidatos, el elegido fue este.


Porque, ¿quién no necesita en su armario un vestido de pin-up?

Es más fácil de lo que parece, y la única complicación es coser bien la pieza de la cintura (yo no lo he conseguido del todo). Eso y el cuero, que aunque se cose sorprendentemente bien, deja una hilera de puntos en caso que haya que descoser (ehem, y hubo que descoser). Lo demás es bastante fácil, aunque me inventé un poco las instrucciones del forro porque no las entendí.

La falda va sin forrar y diría que es de capa entera (si es que se dice así, porque no domino para nada la terminología). Es decir, es un círculo, aunque está cortado en tres partes para las costuras y la cremallera. No le he hecho dobladillo porque no le hace falta, la polipiel no se deshilacha y el corte queda perfecto (punto positivo para el cuero).

Para no parecer una dominatrix mezclé un retal de tela verde que no sé de dónde había sacado (como la mitad de mi alijo de telas y lanas: origen desconocido), pero creo que no lo he conseguido del todo. Vendría siendo una mezcla de un vestido del concurso de baile de Grease y el modelito de Olivia Newton John al final de la peli.

Para hacer el disfraz completo me compré un petticoat por internet. Y solo puedo decir que ME ENCANTA. Qué cosa tan bonita, qué bien que queda la falda... Hasta Mr. Iron me pidió que diese unas vueltas por el comedor (quizás únicamente para verme las bragas. Esto no puedo confirmarlo.).

En fin, que estoy encantada, que no sé si el vestido es muy ponible (aunque me lo estoy pensando para el Sing Along de Grease) pero estoy súper orgullosa de haberlo podido hacer con cierta facilidad (espero que mis profes estén contentas con el resultado) y sin que la cremallera invisible se me haya atragantado.

Me encanta que mis amigas costureras me pongan a prueba. Aprendo un montón cada vez que nos vemos y con cada proyecto o reto que nos planteamos. Yo creí que este me venía muy grande, pero no, oye, lo he sacado adelante con bastante dignidad y estoy súper contenta. Y no solo he aprendido de costura, que posar de esta guisa, con tanto cuero encima y tantas capas de falda no es fácil, particularmente cuando eres un poco camera shy :)


Gracias, chicas, por las risas, por las ideas, por los retos y por la reunión anual, totalmente necesaria para nuestra salud mental. No dejes de visitarlas, estén en cueros o no:

Ana * Ana * Charo * Diana * Isa * Lola * Maider * Mar * Mari Cruz * María * María * María * María José * Merche * Miren * Mònica * Nati * Sonia

Huesca en autocaravana

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La pompona tiene una enfermedad. Yo creo que es grave, porque me cuesta entenderla. Pero ella no puede estar en casa más de dos días seguidos. Le entran todos los males. Se pone quisquillosa, gruñona y se enfada por todo. Necesita salir, ver gente, socializar, correr y cansarse. Un poco como le pasa al pomelo. Los dos son los deportistas oficiales de la casa y no entienden que los otros tres podamos estar en pijama ad eternum, tumbados en el sofá.

Así que cuando el pomelo se apuntó a una carrera en el pirineo de Huesca y nos propuso llevarnos a todos, hubo cierta disparidad de opiniones. Hasta que nos dijo cómo iba a ser el viaje. Que fue así:


El pomelo y yo ya habíamos hecho un viaje en autocaravana antes, cuando el friki tenía apenas un añito, con nuestros amigos Sara y Oriol. Pero como el friki no se acordaba de aquella vez, para los tres pompones era una experiencia totalmente nueva.

La caravana nos la prestaron en Autocaravanes del Vallès, y estaba tan nuevecita que daba un poco de respeto y todo :) Pero era totalmente preciosa y los niños murieron de amor en cuanto entraron en ella y empezaron a tocarlo absolutamente todo. Pero todo.

Y para Huesca que nos fuimos.

No quiero parecer un anuncio de la agencia de turismo de Aragón, pero tengo que decir que Huesca es de los lugares más bonitos en los que hemos estado. Tiene unas montañas totalmente mágicas y unos ríos y embalses preciosos. Cada mirador en el que paras te deja sin aliento.


La primera noche fuimos hacia Sabiñánigo (sí, amigos, el pomelo iba a hacer la Quebrantahuesos). Llegamos con suficiente tiempo para A - comprobar que hacía un frío polar, B - recoger el dorsal, C - darnos cuenta de que ninguno de nosotros llevaba ropa para hacer frente a esa temperatura, D - cenar en la terraza de un bar porque jugaba España y dentro del bar no cabía ni un alfiler, E - taparnos las rodillas con el punto que yo estaba haciendo, F - volver corriendo a la autocaravana a jugar a juegos de mesa protegidos de la tundra.

Hubo un cierto debate sobre quién dormía dónde, porque eso es lo que se hace en una autocaravana con varias camas, pero conseguimos saldar ese primer día felizmente.

Por la mañana nos levantamos con una baja, porque el pomelo se marchó a las seis de la mañana a dar vueltas en bici. Así que los pompones y yo salimos tranquilamente a dar una vuelta por el pueblo.


Sabiñánigo es curioso porque está dividido en dos partes. Nosotros estábamos lejos del casco antiguo y del ayuntamiento, en la zona habilitada para los corredores. Pero durante la mañana decidimos conocer todo el pueblo y caminar el kilómetro escaso que los separa. Aunque no es el pueblo más bonito del mundo, la verdad es que fue un paseo agradable. Encontramos una floristería en la que compramos menta chocolate y una librería infantil que me enamoró totalmente. Evidentemente compramos un libro, una especie de pintar por números pixelado, con montones de figuras geométricas diminutas, que nos encantó. Los árboles cercanos a la librería estaban decorados con portadas de libros y eso también me fascinó.


A medio paseo, recibimos una llamada... el pomelo había tenido que abandonar la carrera porque... ¡había nevado! Que sí, que sí. Temperaturas bajo cero, lluvia intensa e incluso nieve. Así que desandamos el camino (justo a tiempo para ver llegar al primer clasificado, para emoción completa de los pompones) y fuimos a buscar al pomelo.

Pero no hay mal que por bien no venga, y el abandono del pomelo supuso, por un lado, recuperarlo mucho antes y en unas condiciones bastante mejores que si hubiese hecho la carrera, y por otro, mucho más tiempo para pasear con la autocaravana.

Así que nos volvimos a subir y nos marchamos hacia Benasque, donde ninguno de nosotros había estado y que era un lugar que nos apetecía conocer. Esta vez buscamos un camping para dormir, y nos quedamos en el Aneto, que nos gustó mucho, muy recomendable.


Fue llegar al camping y que los niños desaparecieran. Los tres directos al campo de fútbol, al río y a explorar las diferentes calles. Así que pudimos dar un paseo tranquilo y disfrutar del paisaje.

Al día siguiente fuimos a pasear por la ciudad. Benasque nos pareció un poco pijo y con mucha zona nueva que no tiene mucha historia, pero la plaza del ayuntamiento es una preciosidad y hay algunas calles totalmente hermosas.



Creo, de hecho, que lo más bonito de la zona no son los pueblos, sino las rutas, los paseos y la naturaleza en general, que realmente sí que es alucinante.

Estuvimos paseando toda la mañana y nos quedamos con ganas de más, porque había mil rutas interesantes para hacer. Pero había que volver para casa.


Eso sí, con parada antes en el restaurante Ésera para comer. Lleno de gente de la zona con mesa reservada, lo que siempre es una garantía. Comida de la que le gusta al pomelo, de cuchara y brasa, toda muy, muy buena, y cerezas de Aragón para terminar. Para chuparse los dedos.

Podríamos haber vuelto rodando directamente, pero pensamos que estaba feo dejarnos la autocaravana y yo prefiero morir a perder mi cesto de lanas, así que volvimos por carretera, planeando durante el recorrido unas vacaciones de un par de semanas por la zona.

Gracias mil a Autocaravanes del Vallès por dejarnos una casita de fin de semana. No me han patrocinado para que diga nada de esto, pero son más majos que las pesetas y se merecen toda la suerte del mundo. Si tenéis que alquilar autocaravana, corred a ver su página web. Y si no tenéis que alquilarla... ¿por qué no os lo pensáis? Para los niños es una experiencia divertidísima, pero es que además te da mucha libertad y es súper cómodo. Nosotros vamos a repetir seguro.


Nada en la nevera: pieles de patata fritas

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La verdad es que he dejado de pelar las verduras. Sí, patatas y zanahorias incluidas. Me he comprado un cepillito de madera que vive junto al grifo de la cocina y cuando me pongo a cocinar le doy un buen cepillado a todo y lo cocino con piel. No es que le tenga manía al pelador, es que me parece un desperdicio innecesario (salvo que usemos las pieles para hacer caldo de restos, claro) y un ejercicio muy cansino cuando no tengo al pomelo a mano para hacer el trabajo duro.

Peeeero, sí que es verdad que de vez en cuando hay que pelar las patatas queramos o no. Sea para hacer un puré blanco o porque tenemos invitados maniáticos (o porque somos tiquismiquis nosotros mismos), a veces no hay más remedio que crear una montaña de pequeñas láminas de piel de patata que nos miran un poco desafiantes desde el mármol de la cocina.

Hace un par de meses probé a hacer algo que mi padre había hecho varias veces cuando yo era pequeña: chips de piel de patata.

Fueron un éxito rotundo en casa y desde entonces las hemos estado repitiendo, perfeccionando y afinando cada vez que las hacemos. Y hoy te voy a contar todos los trucos.

Ya, ya sé que no estoy inventando la rueda, pero es increíble como a veces tiramos a la basura comida en perfecto estado como esta, ¿no?


Pieles de patata fritas


Lo primero y principal es limpiar a conciencia las patatas. Lo dicho, un cepillito (puedes usar un cepillo de dientes viejo o el de un hotel) y mucha paciencia para quitar toda la tierra de las patatas. Si, como yo, eres sensible a los brotes y los agujeros, aprovecha para quitar cualquier parte de la patata que no te guste.

Pela la patata como lo haces normalmente. El mejor resultado es con un pelapatatas de aquellos que hacen láminas finísimas.

Ahora viene la parte importante: congela las pieles de patata en una superficie plana, separadas unas de otras. Como son tan finas tardan muy poquito en congelarse, unos minutos. Cuando ya estén firmes, frías y no tengan ninguna humedad al tacto, las puedes pasar a una bolsa o un bote de cristal.

El mejor resultado se consigue si las pieles se congelan del todo, un día como mínimo. Nosotros las dejamos hasta el siguiente aperitivo o partido del Barça.

Luego solo tienes que calentar una buena cantidad de aceite y freír las pieles en tandas. Se hacen muy rápido porque soy muy finas y quedan bastante crujientes.

No las saques todas del congelador, solo las necesarias para cada tanda. Cuanto más contraste térmico hay, mejor quedan.


Una vez fritas, espolvoreas sal y las especias que quieras (en casa nos gustan el pimentón y la pimienta) y las sirves calentitas.

Me encanta que mi bolsa de basura orgánica quede prácticamente vacía, ¿a ti no? Sigo haciendo pruebas y a la caza de recetas para esta sección. ¿Hay algo que siempre tiras y te da pena? ¿Algo que quieras aprovechar pero no sabes cómo? ¿Tienes una receta brutal de aprovechamiento y quieres venirte un día a hacer un guest post? ¡Déjame un comentario!


Tratamiento para manos de maker

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Siempre he tenido una relación de amor odio con mis manos. No tengo dedos de pianista, sino morcillas encajadas a presión sobre una palma cuadrada. Me muerdo las uñas, me doy golpes, me las despellejo y me hago cortes. No hay anillo que me quepa bien, porque a la que hace un poco de calor o camino más de tres manzanas, se me hinchan como globos de helio. Y a menudo me pican, me escuecen o me molestan.

Pero mis manos son también mi mayor fuente de entretenimiento. Son las que hacen jerséis y camisetas, plantan, trasplantan y cosechan, clavan y atornillan. Ser una maker, aunque sea una maker de andar por casa, hace que mis manos sean mi principal herramienta de trabajo.

Y las manos sufren. Después de horas pasando hebras de lana arriba y abajo, o de lijar un tablón de madera hasta dejarlo como un papel de fumar, me piden a gritos un descanso, un baño y un par de kilos de crema hidratante.

Hace unas semanas, mientras estaba preparando un post para Demodé, estuve trasteando y haciendo pruebas de tratamientos para las manos. Me lo agradecieron tanto, las pobres, que hasta me dieron pena. Y pensé que todas (¡y todos!) nos merecemos de vez en cuando una sesión de belleza de manos, ¿no? Para poder seguir cosiendo, tejiendo, clavando, atornillando y lijando sin ningún problema.

Así que vamos a repasar un poco qué podemos hacer cuando nuestras manos necesitan una puesta a punto para seguir con su actividad incansable. Porque tus manos también son incapaces de estar quietas más de cinco minutos seguidos, ¿no?


Primero: Mascarilla


Empezamos con una mascarilla de arcilla. Puede ser verde, blanca o roja. Las tres eliminan toxinas, regeneran y son una maravilla, pero la verde es más indicada para pieles grasas, la blanca para pieles secas y la roja para dolores musculares. Pero, vamos, no te obsesiones, que nos la vamos a poner en las manos, no en la cara. Puedes probar con diferentes tipos de arcilla hasta encontrar la que más te guste.

La arcilla se suele vender en polvo o en terrones, pero se prepara igual. Básicamente, ve añadiéndole agua (mejor si es agua mineral) y remueve constantemente hasta conseguir consistencia de... barro.

Para hacerla más nutritiva, puedes añadirle otros ingredientes, como aceite (de coco, de almendras dulces, de oliva) o miel (si la calientas se disolverá mejor).

Cuando tengas la pasta lista, llega la parte divertida. Como si tuvieras tres añitos y estuvieras en el parque después de una tormenta. Embadúrnate las manos. Sin piedad.

Espera a que el barro se seque. Esta es mi parte favorita. Primero, porque me siento la protagonista de una peli de serie B: "La cosa del pantano". Pero además, porque la sensación es muy curiosa. Notas la piel tensa y fresca, la capa de fuera está seca y dura y si le pasas a alguien un dedo por la mejilla, se pega un susto de muerte.


Cuando ya esté seca del todo y haya cambiado de color, solo tienes que lavarte las manos con ganas bajo el grifo...


Segundo: Exfoliante


Y mientras te la lavas, te las exfolias bien con un exfoliante suave. Hace unos meses me regalaron uno de Lush que me pareció una pasada, pero tenía detergentes y eso no me gustó nada. Así que miré bien la lista de ingredientes y descubrí que el exfoliante típico de sal fina, aceite y aceites esenciales mejora hasta el infinito si le añades... un poco de jabón líquido. Sí, sí. Eso sí, natural, sin parabenos ni detergentes!


Así que preparé mi propio exfoliante (tienes la receta aquí, en el blog de Demodé) y llevo varias semanas usándolo con resultados estupendos.

Lávate las manos con el exfoliante y retira todos los restos de arcilla que haya.

Tercero: Hidratante


Y luego solo hace falta una buena crema hidratante. Confieso que yo tengo un par de cremas de manos naturales que uso sin parar, pero puedes hacer una crema hidratante casera en dos minutos. Coge un aceite que te guste y bátelo, como si hicieras una mayonesa. El aceite emulsiona y coge consistencia de crema. Luego solo tienes que ponértelo en cantidades muy pequeñas y ya está. Si no te gusta la idea, puedes coger un aceite como el de coco, que es sólido a temperatura ambiente, pasar los dedos por la superficie y usar eso como crema. Si quieres complicarlo más, puedes calentar un poco de tu aceite favorito y añadirle un poco de cera de abeja. Remueve hasta que la cera se haya fundido, pon el líquido en un recipiente con tapa y cuando se enfríe tendrás una loción en barra estupenda para las manos.

Y ya está! Puedes hacer esto una vez por semana o solo un par de veces al mes, cuando las manos te lo pidan.

Pero hazlo, porque tus manos hacen tantísimo por ti que se merecen un día de mimos, ¿no?

Macetas de plástico recicladas

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En el blog de Demodé Books te cuento cómo forrar las macetas cutres del centro de jardinería para darles una nueva vida.

Y sí, lo que hay debajo es parte del total makeover del comedor, que espero enseñarte dentro de muy poco. O de poco. O de unas semanas. O cuando termine, que todo parece fácil hasta que te pones y quieres encontrar unos herrajes correderos que no te obliguen a vender un riñón y parte del intestino grueso o a pedir una rehipoteca de tu casa para comprarlos. Y entonces entras en el agujero negro de las RUEDAS DE POLEA METÁLICAS y crees que la cosa no puede ir peor. Pero es que las ruedas de polea tienen que encajar con una barra y a su vez tienen que permitirte fijar otro trozo de metal que acabe fijado también en la puerta. Y haces esquemas, cálculos matemáticos, te maldices por no haber prestado más atención cuando te explicaron las leyes de la física y luego te duele la cabeza y solo quieres comer Nutella a cucharadas y hacerte una bola en el sofá para despertarte en mayo del año que viene. Pero no puedes porque sigue habiendo un desconchado en la pared que hay que rellenar, lijar y pintar. Y respiras profundamente y te recuerdas que a ti TE ENCANTA el bricolaje.

Perdona, que me disperso. Lo dicho, que hoy hay post en el blog de Demodé Books. Que estoy muy activa y preparando muchas cosas, pero las distribuiré entre los dos blogs, porque el hambre de contenido de internet es voraz, pero los días y las horas son finitos y a veces intento hacerme una bola en el sofá igualmente, o salir a que me dé el aire, a sintetizar vitamina D y a cazar Pokemons.

Pero que dentro de poco te enseño el comedor es innegociable, porque tengo visitas especiales en enero y estoy intentando hacer una puesta a punto del piso. A ver cuándo te puedo contar más.

Acabar con Diógenes

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Veo que el tema del Total Makeover del comedor te ha llegado al alma. Y es que los programas de decoración de Divinity han hecho mucho daño. Cómo molaría poder tirar una pared aquí, levantar otra allá y cambiar la distribución de tu casa en un ratito. O poder permitirte cambiar de casa a una de esas granjas de Ohio de 400 metros cuadrados con tres kilómetros de patio. Ahí sí que íbamos a bricolajear como locas.

Pero hay que conformarse con lo que tenemos y sacarle el máximo partido. Y no solo me refiero al espacio, sino a TODO lo que tenemos.

Y es que en el comedor, junto a la ventana, tengo un gran baúl de madera. Pero grande de verdad. Y está lleno. Pesa un montón. Al abrirlo te encuentras con los sospechosos habituales: cajas de cereales, papeles de todo tipo y color, envases, bolsas de malla, trozos de madera, lana para afieltrar, telares, bolas de porexpán... todo lo que acompaña normalmente a una acumulación compulsiva, o, para qué dar tantos rodeos, a un síndrome de Diógenes en ciernes.

Entenderás que eso no me va bien para el Total Makeover, porque necesitaría, de hecho, deshacerme del baúl y ganar un poco de espacio, ahora que he añadido... ya lo verás :^P

Así que he estado pensando y he decidido #acabarconDiógenes. Ya habíamos conseguido, lo comentamos hace muchos meses, dejar de comprar material alegremente y hacerlo solo con un proyecto en mente, Y eso lo he mantenido con bastante dignidad. Pero he seguido guardando envases, cajas y cartones con la esperanza de poder convertirlos en otra cosa. O de poder usarlos como moneda de cambio en caso de apocalipsis zombi. Nunca se sabe.


Y se terminó. Estoy intentando hacer proyectos con materiales que ya tengo, aprovechando trozos, restos y todo lo que tengo por ahí tirado. El objetivo final es hacer una limpieza profunda de los materiales que guardo para tener espacio (físico y mental) para tener ideas nuevas. Porque, al final, con tanta cosa me agobio y soy incapaz de pensar. Que esa es otra de las cosas que ya hemos comentado muchas veces: me da pereza pensar.

Así que estoy en pleno proceso de acabar con el alijo. Y te invito a que formes parte de él. Usa #acabarconDiógenes allá donde quieras, o déjame un mensaje y un enlace para que pueda ver lo que has hecho.

Por el momento he compartido un proyecto en la página de Demodé Books, unas mesas hechas con restos de madera (que acumulo constantemente) y tenemos también las macetas del otro día. Pero la cosa va a ir a más, ya te lo advierto. Tengo el piso lleno de trastos que necesitan un nuevo uso o marcharse ya. ¿Te apuntas?

Guante de crin

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Ayer abrí el famoso baúl del comedor. Lo abrí de par en par, estuve rebuscando por dentro y saqué un montón de cosas que hay que utilizar si queremos #acabarconDiógenes de una **** vez.

Pero voy a ser sincera. Me deprimí un poco. Porque aunque esparcí de todo un poco en el suelo y la pompona y yo empezamos a trabajar enseguida en un proyecto navideño (¡Navideño! ¿No estás orgullosa de mí?) e hicimos limpieza de materiales viejos, obsoletos o directamente feos, a la hora de cerrar la tapa tuve que hacer, como siempre, presión. Aunque fuera del baúl el comedor parecía un campo de batalla. La de trabajo que nos queda por delante.

Y es que, no lo puedo evitar, soy impaciente. Si me planteo hacer un mueble quiero hacerlo YA, venga, ya tardo, hay que terminarlo, no barnices tanto que da igual. Si me imagino un Total Makeover de alguna habitación, la tarjeta se echa a temblar porque, en efecto, necesito de todo y lo necesito en ese mismo instante. Y si decido acabar con Diógenes, quiero que el muy puerco se muera lo antes posible y sin quejarse demasiado. Y no puede ser.

Vamos que me va el rollo grandilocuente y las decisiones drásticas, pero a la hora de la verdad, todos los cambios se hacen con gestos minúsculos repetidos mil veces. Como decir que no a la tostada con Nutella que nos pone ojitos desde la mesa cuando queremos perder un par de kilos (o diez).

Y aunque me cuesta horrores, porque me cuesta horrores, he decidido intentar disfrutar del proceso y convertirlo en una manera de funcionar. Así que cuento hasta diez y decido que mejor deshacerme de una hoja de papel que de ninguna y pienso que, como decía el Capità Enciam (el Capitán Lechuga, en catalán): "los pequeños cambios son poderosos".

Hoy, en el blog de Demodé, tienes la primera entrega de "Paula, por favor, respira hondo y confórmate con gastar solo un ovillo, no importa que todavía queden 153 sin usar" en forma de guante de crin, un básico de la ducha diaria que puedes hacer tú misma en un momentín. Que algunas cosas nos dan un poco de respeto, pero luego te lías la manta a la cabeza, intentas hacerlas y te das cuenta de que casi todo se puede igualar o mejorar de forma casera.

Y te dejo ya. Prometo que muy prontito, rollo el jueves mismo, si se alinean los astros, tendrás post aquí con contenido aquí y no te haré irte hasta la página de Demodé si tú no quieres. Aunque me encantaría que quisieras, porque le pongo mucho cariño, mucho esfuerzo y muchas ganas y estoy esperando que despegue del todo. Es como un hijo que todavía necesita que le cambies los pañales y le des el biberón y yo soy una madre insomne con ganas de que camine, coma sólido y duerma toda la noche de un tirón. Pero lo miro y me derrito, eso sí.

Disfruta del miércoles de fiesta, porque yo lo pienso hacer...

Pussyhat project

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Soy feminista. Así, con punto y sin peros.

A veces tengo ganas de subirme a un banco de la plaza y gritarlo. A veces tengo ganas de dar un golpe sobre la mesa y aullarlo. A veces tengo ganas de hacer camisetas y regalarlas a la salida del metro.

Y es que no sé si sabes que ser feminista, por desgracia, es hoy más relevante que nunca.

Hace unos días vi una foto que se ha ido haciendo viral. Una señora con una pancarta, no me queda claro en qué manifestación. Podría ser en una de las marchas de mujeres de Estados Unidos. O podría ser en cualquier otro rincón del mundo. Así de mal estamos. La cuestión es que la mujer lleva una pancarta en la que se lee: "Es increíble que tenga que seguir protestando por esta mierda":


¿No es cierto? ¿No te parece demencial que sigamos exigiendo lo que ya exigieron nuestras madres y nuestras abuelas? ¿No es una locura que se sigan tomando decisiones sin nosotras sobre cosas que nos afectan a nosotras? ¿No es alucinante que se siga hablando de las mujeres como objetos y se siga opinando sobre nosotras como si fuésemos un mueble del comedor?

Estoy harta.


Harta de que tengamos que justificar el largo de nuestra falda, de que tengamos que soportar oír que nos violan o nos maltratan porque provocamos, de escuchar palabras como "feminazi", de que haya jueces que ponen en duda agresiones sexuales, de que sigamos cobrando mucho menos que nuestros compañeros y tengamos muchas menos posibilidades de ascenso, de que sigamos llevando el peso de la casa y de los niños, de que nos miren mal si decidimos no tener hijos ni pareja, de que se nos juzgue por todo lo que hacemos (y especialmente por el aspecto que tenemos), de soportar micromachismos cotidianos casi sin darnos cuenta porque estamos tan habituadas a ellos que a veces no los reconocemos. Y de escuchar eso de que sí, es verdad hay machismo, pero el peor es el machismo de las propias mujeres.

Y también estoy harta de que ante todo eso digamos que somos feministas con la boca pequeña, para que nadie crea que odiamos a los hombres. ¿Qué tendrá eso que ver? ¿Desde cuándo ser feminista tiene NADA que ver con los hombres? ¿A qué viene ese penecentrismo? Decir que queremos que las mujeres tengan los mismos derechos que merece todo ser humano no es decir nada sobre los hombres. ¿Y acaso no hay hombres feministas? (Sí, sí los hay. En mi casa hay tres.)

Hay que ser feminista. No entiendo que puedas no serlo. No entiendo que justifiques esta esclavitud moderna. No entiendo que no veas todo lo que nos estamos perdiendo por cerrarle sistemáticamente el paso a las mujeres. No entiendo que no comprendas que necesitamos todo el potencial que tenemos, venga de quien venga, sea del sexo y la raza que sea. No lo puedo entender.

Y sí, el país más poderoso del mundo está gobernado por un hombre que habla de las mujeres en términos peyorativos. Un hombre que dice que le encanta coger a las mujeres por el coño. ¿No te parece totalmente inconcebible?

Pues eso debieron pensar en su día las organizadoras de la marcha de la mujer. Y eso también debieron pensar las impulsoras del Pussyhat Project.

En inglés, "coño" se puede decir de muchas maneras (y me estoy controlando para no escribírtelas todas) pero una de las más habituales en EE. UU. es "pussy". "Gato" o más bien "gatito" se dice a su vez "pussycat", así que las impulsoras de este proyecto decidieron adaptar el nombre y hacer un juego de palabras con estos dos conceptos y "hat" que significa gorro. Es decir, vendría a ser "el gorro del gato/coño".

Se trata de un gorro rosa cuadrado. Cuando te lo pones en la cabeza (más o menos esférica, según el caso, yo soy más bien del bando Alien vs. Predator, es decir, cabezona que te mueres, en los dos sentidos de la palabra) salen solas las dos orejitas triangulares de un gatito.

Este gorro es un símbolo. El símbolo de la lucha de las mujeres para conseguir el sitio que les corresponde en la sociedad. Para dejar de tener miedo. Para poder aprovechar todo su potencial. El símbolo de que somos como somos y no vamos a pedir perdón por eso. El símbolo de que no vamos a tolerar que se desprecien las cosas porque sí, por prejuicio, porque son rosas o son femeninas. El símbolo de que estamos orgullosas de lo que somos, ¿cómo no íbamos a estarlo?



¿Qué puedes hacer tú?


Gracias por preguntarlo.

  • Lo primero y más importante de todo es que seas consciente de que estas cosas pasan. No salen de las páginas de un libro victoriano: estas cosas pasan aquí y ahora, y como forman parte de nuestra vida cotidiana, a veces no las notamos. Empieza a ser consciente de cómo nos hablan a las mujeres, de cómo nos tratan. Y de lo que haces tú sin darte cuenta. Sacúdete de encima los prejuicios.
  • Intenta desbloquearte el 8 de marzo para ir a la manifestación de tu ciudad o tu pueblo. Ya sé que da pereza, pero queda mucho camino por recorrer y solo podemos hacerlo juntas. Sí, en casa estás más calentita, pero ya va siendo hora de movernos y exigir que nos escuchen si es que queremos que cambien las cosas.
  • Hazte un pussyhat. Aquí tienes la traducción del patrón, pero cada vez hay más gente montando talleres y colgando tutoriales. En Rosas Craft habrá un taller el día 28 (y yo voy a hacer todo lo posible por estar ahí!).
  • ¿No puedes ir a la manifestación? Téjele un gorro rosa a alguien que vaya. Pregunta entre tus amigos, o escribe directamente a quien organice la manifestación en tu ciudad. Envíales tus gorros rosas.

No se me ocurre mejor manera de reivindicar nuestra fuerza que con un gorro tejido a mano y de color rosa. Eso que gran parte de la población mundial despreciaría como cutre (o que Cristiano Ronaldo calificaría de "barato":)). Eso que nos hace diferentes. Eso que hacemos nosotras como tantas y tantas otras cosas, con las manos, en comunidad, ayudándonos, reuniéndonos para charlar. Eso es lo que nos hace únicas.

Podcast - Capítulo 1

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Podría ser, porque soy una desorganizada y básicamente un desastre en casi todos los sentidos (y muy orgullosa, ¿eh?) que no te hubieses enterado del notición del año. Y es que he dado el salto a la televisión. Bueno, a YouTube, que es algo más casero y tal, pero en casa es la televisión y los pompones están impresionados con poder ver a su madre en pantalla. Incluso el friki. Que será adolescente y todo lo que tú quiera y discutirá conmigo incansablemente sobre absolutamente todo, pero en el fondo, muy en el fondo, cree que tiene una madre guay. Criaturita.

En fin, a lo que iba. Que llevo ya seis capítulos y hace como tres meses que quiero hacer shownotes y no sé dónde y BLA BLA BLA... y al final he decidido que las voy a hacer aquí.

Estoy pendiente de una migración a Wordpress durante los próximos meses y estaba esperando a tenerlo todo más organizado, pero me he hartado. Porque no tengo tiempo para nada y lo de la migración puede alargarse y quiero tener shownotes.

Así que he pensado en ir colgando aquí los capítulos y las shownotes, para que puedas tenerlo todo ordenadito y a mano. Que yo soy una desorganizada, pero a lo mejor tú eres una control freak y necesitas más datos.

Así que, sin más preámbulos, te dejo el vídeo. Tenme paciencia, porque me estoy acostumbrando a esto de las ondas y a ver mi cara por todas partes. Y me pongo roja y me río y hago tonterías porque me da vergüenza... En fin, lo típico. Más abajo tienes enlaces a toooodo lo que menciono.



Pues venga, vamos allá:

Patrones

Lanas


Dentro de unos días te cuelgo el segundo...

12 pequeños cambios

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Te voy a decir algo y te vas a reír de mí. Pero allá va. Soy punk. Le he dado mil vueltas a diferentes conceptos y me he intentado reconocer en mil definiciones, pero al final voy a parar ahí mismo: soy punk.

No, no es porque lleve cresta, un imperdible en la oreja y camisetas recortadas, sino por la propia definición de punk, que lleva implícitas todas las cosas que me interesan, me gustan y me hacen levantarme por las mañanas.

El movimiento punk, el concepto punk, es básicamente un concepto de rebelión. Un intento por cambiar las cosas cuando todo el mundo dice que no hay futuro, nada puede mejorar y hay que conformarse con la situación establecida. El punk se niega y cree en la capacidad de tenemos todos de cambiar nuestras circunstancias y vivir la vida según nuestras reglas.

Ayer, además, me enteré de que los punks son los creadores del movimiento Do It Yourself. Que su filosofía era esa: háztelo tú y hazlo a tu manera. Y ahí me siento como pez en el agua totalmente. Ahí es donde por fin estoy como en casa.

Si, además, le sumamos unas guitarras frenéticas, para mí ya es el paraíso.

Pero, vamos, que soy punk. Que lo he ido descubriendo poco a poco y que lo he ido convirtiendo en mi forma de vida, porque, al fin y al cabo, eso es lo que es.

No hay cosa que me parezca más importante que entender quién eres y decidir que vas a vivir tu tiempo a tu manera. Y creo que la gracia de todo este asunto está en que nunca lo haces del todo, siempre eres una obra en progreso, siempre cambias, evolucionas y a veces, por qué no, incluso retrocedes. Todo forma parte de la vida, de convertirte en la persona que quieres ser.

Por eso tengo un proyecto nuevo para el año que está a punto de empezar. Un proyecto que comparto con Mar y Gemma y que espero compartir contigo también. El proyecto de mejorar mi vida desde dentro, todos los meses, con 12 pequeños cambios.


12 pequeños cambios

Como soy punk (y creo que ellas también) y me niego a que todo sean obligaciones y soluciones estándar iguales para todo el mundo, me tomo este proyecto como una oportunidad única para convertir el año en un juego, una búsqueda del tesoro, una gincana llena de pruebas en la que hay premio para todos.

¿En qué consiste este proyecto? Mar, Gemma y yo queremos reflexionar sobre nuestros hábitos de consumo. Queremos saber si hacemos las cosas por inercia y porque todo el mundo las hace así. Queremos ver si nos sentimos mejor haciendo las cosas de otro modo. Queremos cambiar algunas cosas de esas que nos hacen sentir un poco culpables a veces, o que hacemos sin estar seguras de por qué.

Queremos tomar decisiones, en resumen, que vayan de acuerdo con lo que nosotras pensamos y no con lo que los demás nos dicen (porque somos punks!).

Así que hemos dividido el año en doce temas sobre los que queremos reflexionar. Cada mes tendréis una anfitriona que hará una reflexión inicial y nos dirá sobre qué tema vamos a trabajar. Pero, haciendo honor a nuestra filosofía DIY, cada una de nosotras se planteará objetivos totalmente diferentes, que le cuadren según su situación y sus intereses.

Es decir, por ejemplo, si el tema del mes es la comida, yo me puedo plantear comprar verduras ecológicas, tú te puedes plantear no tirar nada de comida y otra persona se puede plantear dejar de pedir pizza una vez al mes e intentar hacerla en casa. Ningún objetivo es mejor que otro, porque cada objetivo es perfecto para nosotros.

Intentaremos darte ideas y pensar en cambios que se pueden integrar y te iremos contando todos nuestros progresos en redes sociales con el hashtag (me encanta esta palabra, es como comer sandía, se te llena la boca) #12pequeñoscambios. A final de mes, haremos otra entrada para contarte cómo ha ido y reflexionar un poquito más y pasaremos al siguiente tema.

De lo que se trata es de introducir hábitos a nuestra manera y a nuestro ritmo, sobre las cosas que más nos preocupan. Y aprovechar el efecto acumulativo de todo el año en lugar de hacer larguísimas listas de propósitos que nunca llegan a buen puerto porque el 15 de enero ya has faltado tres veces al gimnasio...

Busca tu lado punk, que seguro que por ahí anda, y súmate a nosotras. Te esperamos a partir de enero para cambiar tu vida a tu manera.

12 pequeños cambios: minimalismo

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Siempre he relacionado el minimalismo con casas blancas de estilo escandinavo, con estanterías vacías y paredes desnudas. Pero, si eres lectora habitual de este blog (lo que es decir mucho viendo el ritmo de publicación que he tenido últimamente) sabrás que con el tiempo me he vuelto minimalista a mi manera.

No, si entras a mi casa no hay ningún espacio vacío, ni superficies despejadas, ni nada. Mi casa es el caos de tres casi adolescentes y dos semi adultos con múltiples aficiones. Hay lana, hay bicicletas, hay máquinas de coser, hay consolas y videojuegos. Pero somos una familia bastante minimalista.

Ya te conté que había adoptado el minimalismo a mi manera y ahí puedes leer todo lo que pienso del tema. Pero es que enero es el mes del minimalismo en nuestros 12 pequeños cambios, así que he tenido que pensar cuál es mi reto y mi desafío de este mes.

La anfitriona de este mes es Gemma. En su blog encuentras una presentación y un montón de trucos y métodos para decidir cuál va a ser tu objetivo en enero, pero ya sabes que yo tengo incontinencia verbal y que voy a contarte cómo lo veo yo quieras o no quieras. Pero, ¿a que quieres?


Una forma de vida


Ya, ya, es una frase que me da muchísima rabia, pero no puedo evitar ponerla porque es cierto. El minimalismo se convierte, con el tiempo, en un mecanismo automático. Y eso es lo más importante.

Pero, ¿qué es el minimalismo? ¿Por qué te lo planteamos como primer tema del año?

Pues no es casual. El minimalismo vendría a ser una filosofía que habla de utilizar lo mínimo necesario en tu vida. Y dicho así suena un poco feo y espartano, pero no, no es eso.

¿No te pasa en diferentes momentos que te sientes un poco abrumada, un poco harta? Puede ser por el desorden, porque tienes la agenda a reventar, porque no tienes ratos libres, porque tienes la cabeza llena de cosas, porque quieres hacer un montón de cosas, porque tienes mil libros por leer o mil pelis por ver y sientes que NO TE DA LA VIDA.

Yo me he sentido así prácticamente toda mi vida adulta. No llego a todo, no consigo hacer todo lo que quiero hacer, tengo cosas por toda la casa que quiero mirar, repasar u ordenar.

Y entonces apareció el minimalismo.

No me pareció espartano, ni triste, ni nada. Me pareció que me daba espacio y me daba alas.

Leí, claro está, el libro de Marie Kondo y hubo una cosa que me llamó la atención especialmente. Porque me pareció totalmente lógica. Las cosas que tengo dando vueltas por mi casa me hacen sentir culpable, me generan ruido mental y me recuerdan que no he hecho eso, ni aquello, ni lo de más allá.

Yo soy muy, muy sensible al ruido mental. Me agobia y me agota. Me hace sentir mal y me incapacita. Así que ahí las cosas empezaron a hacer clic.

También me sentí muy identificada con eso de que las cosas no son los recuerdos. Las cosas son cosas y, si no te gustan, no tiene ningún sentido quedártelas porque te recuerdan algo. El recuerdo lo tienes igualmente.

Por eso es un buen tema para enero. Porque nos permite hacer un poco de hueco, de espacio mental y físico, y nos ayuda a tener más tiempo y más energía para todo lo que vendrá. Y nos va a hacer falta si queremos cambiar cosas los doce meses del año, ¿no?

Yo he cambiado. He dejado de guardar y acumular cosas. Tiro sin piedad. De vez en cuando hago un repaso de libros, ropa, material de hobbies, utensilios de cocina... Compro solo lo que necesito. Pido prestadas más cosas. Los escaparates han dejado de atraerme tanto como antes.

Me considero minimalista, aun con todo mi caos, mi casa llena de cosas y mi compra compulsiva de lanas. Y creo que cada vez voy a mejor.


Mi reto del mes


Como ya soy bastante minimalista, me he decidido por un reto un poco diferente. Mi cambio de enero va a ser "un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar". Que sí, que es algo muy típico, que les decimos a los niños, pero que me he dado cuenta de que no aplico.

De hecho, estaba el otro día en la habitación, viendo podcasts de punto y tejiendo cuando me di cuenta de que las gafas de sol estaban en la mesa de la habitación y... no sabía dónde guardarlas. No tienen lugar fijo. Viven gran parte del año en mi bolso, pero, si no están ahí, no sé dónde meterlas. Y siempre las pierdo.

Así que me puse a pensar. Yo no soy muy ordenada, pero lo que me mata de verdad es no saber qué hacer con algunas cosas. Las voy moviendo de estantería en estantería, de montón en el suelo a montón en el suelo, pero no sé dónde guardarlas permanentemente.

Mi reto para este mes es encontrar ese lugar para cada cosa. Y lo que al final no tenga sitio se va fuera. No quiero tener cosas dando vueltas con las que no sé qué hacer. No quiero tener montones de cosas apiladas en el suelo ni haciendo doble fila en la estantería. Se acabó.

Tengo todo el mes para hacerlo y espero conseguirlo.

Pero cuéntame más tú, ¿qué vas a cambiar este mes? ¿Qué concepto del minimalismo vas a aplicar? ¿Cómo lo vas a hacer? Recuerda que nos lo puedes contar todo con el hashtag #12pequeñascosas.


Resumen del primer mes

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No puedes ocultar la impaciencia. Te lo veo en los ojos.

¿Qué ha pasado este primer mes de #12pequeñoscambios?

¿Lo tendré todo en su sitio? ¿Estará mi casa infinitamente más ordenada? ¿Me habré vuelto minimalista y viviré con 5 cubiertos, 10 prendas de ropa y 2 bragas? ¿Habré tirado la tele?

No, señora, no.

Acabo de volver de Bilbao con la maleta a rebosar de telas. Y unas madejas de lino de Rosários 4 que tenía muchas ganas de probar. Mi casa no se ha vuelto nórdica en enero y creo que no lo será nunca. PERO... las telas están guardadas en su sitio. Y las madejas también.

Me ha costado bastante encontrar un lugar para cada cosa, principalmente porque ya he hecho toda la limpieza que creía posible hacer en casa y no encuentro manera humana de deshacerme de más cosas y tener más espacio. Voy tirando una cosa aquí y otra allá, pero me cuesta mucho que haya realmente hueco en algún sitio.


Sin embargo, tengo un pequeño triunfo. El comedor. En el comedor está todo en su sitio. No hay cosas fuera. Si se queda algo dando vueltas se puede volver a guardar porque todo tiene lugar.

Lo he extendido un poco hasta la cocina. Que también tiene lugar para cada cosa. Eso sí, la rotación de cosas y la cantidad de objetos para ordenar, aquí se multiplica por mil. Especialmente cuando el horno está arreglado después de dos meses de abstinencia de gratinados y te dedicas a hacer galletas, brownie y canelones todo el día.

Pero la cocina está controlada. El recibidor empieza a estarlo también y eso es más que un triunfo, es un milagro. Ahí es donde todos nos quitamos las cosas y las dejamos tiradas porque estamos cansados y solo queremos sofá. Ahí se acumulan las publicidades y las notificaciones del banco y todas esas cosas con las que no sabes qué hacer. Los libros que tengo que devolver. La ropa que ya nos queda pequeña y queremos donar.

Déjame que haga un inciso y que te cuente algo que nos va estupendamente bien: saca las cosas de casa a la de ya.

Es decir, ayer la pompona y yo repasamos su ropa. Había como cuatro vestidos que ya le van pequeños y dos camisetas que no le gustan y que no se va a poner, así que es tontería dejarlas en la estantería... Lo metí todo en una bolsa para pasárselo a alguna amiga o donarlo y lo dejé en la puerta de casa POR FUERA. No en el recibidor, no en el pasillo, no en ningún sitio donde lo miremos y nos haga sentir culpables o nos entre la duda de si guardar ese vestido tan mono para cuando tengamos nietas. (El plural es mayestático. El pomelo lo tiraría todo sin pestañear.) Fuera de casa. Ya está, ya se ha ido. No se puede recuperar.

Las cosas que tengo que devolver son más complicadas, porque, claro, implican verme con la persona a la que tengo que devolvérselas y eso no es inmediato. Pero las meto en una bolsa de tela que cuelgo del colgador del recibidor. Una bolsa para cada amigo que me ha dejado algo. Una enorme para los tupers de la suegra que siempre nos carga de comida rica cuando vamos a su casa.

En fin, eso, que el recibidor está casi libre de trastos y me cae la lagrimilla cada vez que paso por ahí. Y más o menos esa es la frontera entre la parte de la casa que tenemos apañada y la que no.

La peor parte se la lleva el estudio, como siempre, porque hay un montón de papeles dando vueltas: las facturas para la declaración de IVA. La lista para hacer el menú semanal. Una publicidad que nos ha llegado y podría ser interesante. La lista de alumnos a los que tengo que corregirles ejercicios. Unos catálogos del pomelo. Ya tú sabes.


Las habitaciones han mejorado bastante tirando a mucho. Pero todavía les falta un último empujón final. Llegará a lo largo del año, lo prometo. En diciembre haré balance y te diré que la cosa está controlada. Estoy prácticamente convencida.

Si me preguntas, mi opinión es que el reto está bastante conseguido. Bastante. Podría estar mejor, claro, pero no voy a quejarme. Lo doy como superado. Me ha servido para coger el hábito de guardar las cosas en su sitio y de pensar cómo organizar el espacio y encontrar soluciones útiles para las cosas que tengo dando vueltas. Queda trabajo, pero el principal, el de convencerme, está hecho. Que siempre es el más difícil.

¿Cómo te ha ido a ti? ¿Qué tienes que contarme? ¿Algún truco ultra eficaz que me cambie la vida? Dame algo, que es triste pedir, pero más triste es no encontrar el post it de la lista de la compra porque encima hay una montaña de documentos en precario equilibrio que se va a venir abajo si la miro demasiado.

La anfitriona de febrero soy yo, así que vuelve a pasar por aquí el jueves que te cuento cuál va a ser mi nuevo reto...

12 pequeños cambios: sin químicos

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En febrero soy yo la anfitriona de los #12pequeñoscambios. Y estoy nerviosa, nerviosa. ¿Estaré a la altura?

Porque este mes toca un tema para el que tengo sentimientos encontrados: los químicos en casa.

Y es que, por un lado, como buena friki que soy, amo la química y los productos químicos y me encanta que existan y que reaccionen y que seamos capaces de sintetizar otras cosas y bla, bla, bla. Me imagino con una bata blanca y con unas gafas de laboratorio (me encantan las gafas de laboratorio) mezclando potingues y riéndome porque voy a dominar el mundo. Hace unos años, por ejemplo, hicimos blandiblub (o slime, como se dice ahora) con los pompones y compré alcohol polivinílico como si no hubiera mañana.

Peeeero... a la vez detesto los productos químicos. Detesto que me los cuelen por todas partes, porque son baratos y a las empresas les sale genial meter un detergente industrial en lugar de un jabón natural.


Es decir, muchos productos químicos son baratos y fáciles de crear (¡como el plástico!) y las empresas los meten en sus procesos de fabricación para abaratar costes. O para alargar la vida del producto. Y ahí es donde me cabreo.

Mi manía por detectar los químicos en los productos cotidianos empezó cuando tuve a los pompones. Y es que los tres, sí, sí, los tres, tienen problemas de piel. Todos han tenido siempre la piel atópica con brotes tremendos en todas partes del cuerpo. Y dos de ellos, además, tienen alergias.

Total que, como buena madre histérica que soy, empecé a leer y a investigar sobre los químicos en el hogar. Y, evidentemente, se me pusieron los pelos como escarpias.

Ya te he dicho muchas veces que yo no soy particularmente sospechosa de ser una abrazaárboles, ni una hippie, ni nada por el estilo. Pero sí que me gusta que lo que haya en casa sea natural. O lo más natural posible.

No solo eso, sino que otra de las cosas que me revientan profundamente es la poca información que tenemos. ¿Alguna vez has pensado qué te pones sobre la piel alegremente? ¿Qué contiene esa loción, ese jabón, ese perfume? ¿Qué son todos esos ingredientes rarísimos que aparecen como componentes?

No hay mucha información sobre nada. De hecho, si miras las primeras entradas que te aparecen tras una búsqueda rápida sobre cualquiera de los productos que contiene el jabón que tienes en el baño, verás que parece que sea lo mejor sobre la faz de la tierra. Un producto inocuo y maravilloso que hidrata y nutre. Buf. Me pongo furiosa.


La verdad es que si rascas un poco más irás encontrando otra información. Por ejemplo, averiguarás que casi todos los productos de higiene y limpieza tienen detergentes baratísimos que hacen mucha espuma, o grasas que espesan, o cosas similares que no tienen nada que ver con la función del producto en sí, pero mucho que ver con nuestra percepción del mismo.

Y verás que muchos de los problemas que tenemos nos los causan los propios productos de limpieza e higiene.

En casa tuvimos que dejar el suavizante de ropa porque nos irritaba la piel. Cambiamos poco a poco todos los jabones y champús por versiones ecológicas o, todavía mejor, por jabones de toda la vida. Eso, en particular, fue un gamechanger para la piel de mis retoños. Nunca han estado tan sanos como desde que hay barras de jabón natural de aceite en la ducha.

Yo también he ido comprando poco a poco maquillaje y cremas naturales. Para lo que yo me maquillo (nunca) con tres o cuatro cosas me vale.

En fin, que el lavabo lo tengo maqueado, pero todavía tengo dos asignaturas pendientes.

Una, los productos de limpieza. ¿No te parece un poco raro que nos dé pánico que nuestros hijos se beban el detergente para platos pero luego lo usemos todos los días para fregarlos? El que tengo ahora en la cocina dice bien claro: "Mantener fuera del alcance de los niños" y también me cuenta que produce irritación ocular muy grave y que es nocivo para los organismos acuáticos. Pero friego los platos todos los días del mundo con eso. Los platos donde ponemos la comida que luego nos comemos.


Dos, los químicos que nos comemos directamente. Esos Doritos radiactivos con la salsa de queso que tiene todo menos queso que al pompón friki le encanta. Esas galletas que tienen más ingredientes que yo madejas de lana. Esa Coca-Cola que me tomo para despertarme con la excusa de que no bebo café.

Y me preocupa. No porque crea que nos estamos intoxicando o envenenando, pero sí porque creo que estamos hinchando nuestro cuerpo de productos que no le sientan bien ni le convienen.

Así que, mi reto de este mes es... doble.

Por un lado, quiero hacer un repaso de todos los productos de la casa. Todos. Ya miro las etiquetas cuando voy al súper, pero quiero hacerlo más. Y cuando algo se gaste (como el jabón de los platos) buscar una alternativa más sana.

Pero el reto de verdad es... Dejar de COMER químicos. Voy a intentar que este mes no haya químicos en la mesa. Eso me va a implicar más planificación y sustitución de algunos alimentos por otros mejores (el fuet que no me lo quite nadie, pero que sea natural). Y también va a suponer tener que hacer esfuerzos supremos por no pillar cualquier cosa para picar cuando haya partido de fútbol.

Aclaro, no es dejar de comer procesados, sino dejar de comer cosas que lleven productos químicos raros que yo no sepa pronunciar. Pero voy a seguir comprando congelados y galletas... solo los que tengan ingredientes naturales y ningún químico extra.

Después de la experiencia positiva del primer mes, estoy convencida de que puedo ir introduciendo cambios pequeños en nuestro consumo de químicos que nos ayuden a vivir mejor.

¿Qué vas a hacer tú? ¿Por dónde quieres empezar? ¿Quieres que te cuente qué marcas de productos naturales de higiene usamos en casa? ¿Que te dé pistas para comprar jabones naturales? ¡Pide por esa boquita y lo hablamos!

Podcast - Capítulo 2

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A estas alturas ya no hace falta que te diga que soy un desastre. Que tú lo sabes mejor que nadie, que llevas meses (o años!) aguantando mi falta de seriedad y de organización. Cuántos proyectos bonitos que han quedado en nada...

Pero, en fin, tengo un #pequeñocambio paralelo a todos los que hemos estado planteando y es poner orden en mi presencia online :) E intentar que las cosas tengan el mismo estilo, que esté todo más o menos actualizado y que puedas encontrar lo que buscas, sin importar dónde lo busques.

La migración de este blog a Wordpress está al caer y también están al caer los cambios en mi página personal. Todo estará enlazado en todas partes y así empezaré a expandir mis planes de dominio mundial. Mwahahaha!

Por el momento, voy a dejar programadas las shownotes de todos los capítulos del podcast que he ido haciendo para que puedas encontrarlas por aquí y puedas consultarlas siempre que quieras.

Te informo también de que he abierto un grupo en Ravelry que se llama, cómo no, Tres Pompones. Ahí también dejaré las shownotes y, más adelante, quizás me anime a montar algún concurso, algún knitalong o algún algo. Pero más adelante. Las cosas, una a una.

En fin, que te dejo aquí el segundo capítulo. Grabado con mi queridísima Miren.


Y aquí te dejo las shownotes:

PATRONES
HILOS
BLOGS
TIENDA
Y he encontrado un sew-along de los Ginger Jeans en el que está la cremallera que tanto nos gustaba…

Podcast - Capítulo 3

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